Colombia ha estado expuesto, durante su historia de 200 años, a casi la totalidad de amenazas naturales, desde terremotos, pasando por maremotos e inviernos que producen inundaciones y deslizamientos de tierra.
Pero solo fue hasta el 13 de noviembre de 1985, luego de la erupción del volcán-nevado del Ruiz -que produjo una avalancha que sepultó a 25 000 personas habitantes de la población de Armero, en el departamento de Tolima- que se identificó la necesidad de contar con un Sistema de Prevención y Atención de Desastres que hoy es coordinado por la Oficina de Gestión del Riesgo (OGR).
El sistema está agrupado alrededor de un Plan Nacional de Emergencias y en cabeza del Presidente de la República, pero es coordinado por el Ministerio del Interior y pequeños grupos satélites en los 1 100 municipios, denominados Comités Locales de Emergencia.
Pero talvez las organizaciones más activas en el funcionamiento del Plan son la Defensa Civil, Bomberos y la Cruz Roja Colombiana, encargadas de atender las tragedias en campo, a las que se suma el esfuerzo de instituciones de investigación encargadas de monitorear el territorio y hacer investigaciones que permitan lanzar alertas tempranas sobre posibles eventos catastróficos.
Una de ellas es el Instituto Colombiano de Geología y Minería (Ingeominas) que está al tanto, por ejemplo, del estado de los cuatro volcanes que más riesgos ofrecen en el país (Galeras, Machín, Huila y Ruiz), y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), que monitorea el clima y, precisamente, acaba de pronosticar, con algo más de dos meses de anticipación, la posible llegada del Fenómeno de la Niña al país. El Ideam también monitorea los tsunamis en equipo con la Armada Nacional y un satélite (el Vulcano Advisor) custodia durante 24 horas los volcanes.
Todas las entidades comprometidas con la prevención de desastres se nutren de información de redes internacionales. A través de la Cancillería pueden obtener apoyo de gobiernos u organizaciones internacionales en el caso de un desastre de gran magnitud. En menor escala, y en caso de colapso, el sistema es apoyado por una red de radioaficionados.
El Sistema de Prevención y Atención se complementa en ocasiones con simulacros entre la comunidad en general. En Bogotá existe el programa ‘Un terremoto no se puede evitar, pero tú si te puedes preparar”, que incluye simulacros en oficinas públicas y privadas y hogares.
A esto se han sumado los simulacros de tsunami que ha hecho el Centro de Investigaciones Oceonográficas del Pacífico en Tumaco, una población que ya fue víctima de un maremoto en 1979.
En el 2010, entre enero y junio, una sequía producto del Fenómeno del Niño causó que los incendios forestales arrasaran con más de 60 000 hectáreas de bosques y selvas. Y en los últimos 45 días, en una temporada invernal tradicional, las inundaciones ya dejan 33 muertos.
“El Estado se ha concentrado, en general, en atender al náufrago pero nunca piensa en evitar el naufragio”, dice Gustavo Wilches Chaux, experto en medioambiente y prevención de desastres, para explicar la falta de gestión del riesgo.
Omar Darío Cardona, ex director de la Oficina de Atención y Prevención de Desastres, dijo que a pesar de que existen buenas prácticas de mitigación que han reducido la vulnerabilidad, desafortunadamente son la excepción y no la regla. “Y una golondrina no hace verano”.
Según Cardona, la prevención debe ir enfocada a reducir la pobreza, que también causa desastres. “No es que haya falta de voluntad política, sino de ‘factibilidad’ política, que depende de los modelos de desarrollo que adoptemos”, dice.