Comerciantes de Santa Clara han sentido un bajón de precios en frutas de temporada. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
La restricción en la compra de bienes y servicios por parte de los consumidores se reflejó en la inflación de febrero pasado.
En ese mes, el ritmo de crecimiento de los precios se desaceleró drásticamente y se ubicó en 0,14%. En igual mes del año pasado fue de 0,61%.
En tanto, la inflación anual a febrero pasado cerró en 2,6%, el índice más bajo registrado desde el 2007 comparado con iguales períodos, según datos publicados ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Lo anterior indica que la gente está dejando de adquirir ciertos productos y comprando otros más baratos con el fin de ahorrarse desde centavos. Existe una migración de bienes a otros similares, dijo David Castellanos, analista económico de Multienlace.
Entre los productos que más bajaron de precio están limones, plátano, duraznos, pepinillo, flores, melón, etc.
Mercedes Escobar, vendedora de frutas del mercado municipal Santa Clara, en el norte de Quito, vende 25 limones grandes a USD 2. En enero dejaba 8 por un dólar.
Los plátanos, en toda variedad, cayeron de precio. El racimo que en enero lo adquirían en USD 28, ahora lo compran en 18, dijo Escobar. Ambas son frutas de temporada y eso señala el bajón de precios, explicaron varios vendedores.
Pero otras frutas como duraznos y abridores, de Ambato, también se ofertan a precios cómodos; están cubiertos de ceniza volcánica y al lucir así el público ni las mira, se quejan comerciantes.
El fréjol, en todas sus variedades bajó de precio en febrero. María Lema, que tiene un puesto de leguminosas, recuerda que la libra estaba en USD 1,40. Ahora lo vende en
1,20. Bajó en el transcurso de la semana porque llega mojado y podrido por problemas climáticos que afectan a la Sierra, comenta la comerciante.
En febrero, los segmentos de comunicaciones, prendas de vestir y calzado reportadas por el INEC también tuvieron incidencia negativa. La razón: la gente pospone el consumo debido a que no son bienes indispensables.
Es por ello que, para incentivar la compra, muchos locales exhiben rótulos con el descuento, refirió Castellanos.
Para él, está claro que una menor inflación refleja una menor actividad económica, que repercute en ventas bajas y productos que se quedan en las perchas, como la leche. No se vende con el mismo dinamismo. Si antes consumían seis cartones, ahora optan por tres o prefieren el producto en funda, observó Castellanos.
Los datos de inflación del INEC reflejan también los productos que subieron de precio. Entre esos están la lenteja, mora, brócoli, naranjillas, aliños, maíz y fréjol tierno, por causa de la sequía. Las vendedoras indicaron que las condiciones climáticas también afectaron a la piña y la papaya, que están más caras.
Una muestra de lo que ocurre es Rosa Chatalata. Ella perdió su hectárea de maíz por la falta de lluvias. La campesina, de 65 años, indicó que la sequía destruyó sus cultivos, único sustento para su familia.
Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca, en Cotopaxi se contabilizaron 550 hectáreas afectadas por la falta de agua. Otros cultivos destruidos por esta misma causa son fréjol y chocho. La afectación se registra en agricultores de Pujilí, Saquisilí, Sigchos, Salcedo y Latacunga.
Para Washington Núñez, otro agricultor, la falta de agua es un problema en la comunidad Antonio José Holguín, en Salcedo, al sur de Cotopaxi. Dice que sus sembríos de papa y fréjol están destruidos. “Creo que van a vivir algunas plantitas porque el resto ya está seco. Cada vez viene menos agua”.
Para el editor de la revista Análisis Semanal, Alberto Acosta Burneo, esas afectaciones se reflejarán en los siguientes meses. En su criterio, el país vive una desaceleración económica y eso se evidencia en los precios y en una caída en la recaudación del Impuesto al Valor Agregado (IVA).
El analista indicó que esa restricción en la compra refleja el temor de la población frente a la posibilidad de perder su empleo. Cree que la población entró a priorizar gastos porque, en definitiva, existe menos dinero y menos empleo.