Pablo Izquierdo P.
Pensaba en el fiscal independiente Keneth Starr que investigó con todo el rigor de la ley, al mismísimo presidente Clinton por el escándalo con Mónica Lewinsky.
Se me vino a la mente la honestidad y dignidad que tuvo recientemente el Primer Ministro de Irlanda del Norte al presentar la renuncia al cargo por supuesta infidelidad de su esposa.
Me indignaba y provocaba náusea, en cambio, la actitud burda y servil de funcionarios de la mal llamada justicia ecuatoriana que casi acusaban a la fallecida Natalia Emme de ser la causante del accidente por ser colombiana y estar en la vía del Trole, exclusiva para autos oficiales y de familiares de burócratas importantes, descalificando a decenas de testigos.
Si este abuso de poder hubiese pasado en el Primer Mundo el Fiscal ya estuviera en su casa por vergüenza, los responsables en la cárcel y los encubridores investigados por mentir y falsear la verdad.
Si alguien creyó que con la revolución ciudadana se juzgaría por igual a los pobres y a los pelucones en este Absurdistán de inequidades, se equivocó.
Señor Presidente, con su inmenso poder, empiece a cambiar estas cosas que aparentemente son minucias para usted, ordene una investigación transparente, ese pequeño hecho puede significar enormes cambios para los de a pie, los indios, los de poncho y esa familia que sufre no solo por perder una hija, sino por experimentar en carne propia una enorme injusticia del poder.