En el Perú el salario mínimo vital es 216 dólares mientras que en el Ecuador es 264. A pesar de que la inflación en la última década fue solo el 2,3%, el costo de la canasta básica es de 791 dólares, en tanto que en nuestro país no llega a 600. (Por esto crece la emigración hacia el Ecuador).
Mientras el crecimiento económico peruano fue del 7% anual en el último quinquenio, la atención a la distribución equitativa del progreso ha sido lenta, a tal punto que la pobreza embarga por lo menos al 33% de la población peruana.
Esta cifra coincide con la votación alcanzada por el candidato izquierdista Ollanta Humala, cuyo programa se basa precisamente en la atención a los sectores más pobres del Perú.
También una buena parte de la votación de esta población habrá ido a la candidatura de Keiko Fujimori, quien recordó en su campaña la atención que su padre dio a los pobres, para tratar de compensar los efectos de los ajustes macroeconómicos estabilizadores. Sumando, el 35% votó por el “gringo” Kuczynski y el “cholo” Toledo, quienes fueron chimbadores recíprocos, ahora arrepentidos. Se impuso entonces la correlación entre el bolsillo de la gente y la preferencia por quienes creen que les van a atender sus angustias.
Los analistas peruanos coinciden que el crecimiento en 20 años ha aumentado la clase media pero no ha mejorado el desarrollo humano de la gente pobre, quizá porque la estructura económica no comprende a sectores que dan ocupación masiva, pues hay producciones importantes como la minera que ofrece pocos puestos de trabajo, si no hay industrias derivadas.
Es que la influencia del crecimiento en el bienestar es mayor cuando hay integración vertical y se producen bienes o servicios que ocupan más mano de obra.
Por eso es que los procesos terminales de ensamblaje, fraccionamiento, desconsolidación o envase no influyen en el empleo como uno desearía.
En el Perú andino y amazónico la pobreza no ha podido ser combatida por el centralismo de Lima, en donde también se hacina una población marginalizada incluso en casas sin techo, seguramente porque las políticas públicas de los gobiernos no han sido suficientemente fuertes frente a la codicia de las clases que han acumulado casi todos los frutos del crecimiento innegable del Perú. Mientras Fujimori puso en vigencia un esquema macroeconómico de ajuste y estabilidad cambiaria, Toledo sentó las bases para crecer económicamente, en tanto que Alan García hizo poco para implantar la equidad a pesar de las obras de infraestructura que son visibles y necesarias para impulsar el desarrollo.
Ojalá el nuevo gobierno mantenga el crecimiento económico profundizando el combate a la pobreza para que nuestro vecino prospere, como es nuestro deseo.