Hugo Yepes: ‘Debemos perder el miedo a tener miedo al terremoto’

Hugo Yepes es el sismólogo del Instituto Geofísico de la Politécnica. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO

Hugo Yepes es el sismólogo del Instituto Geofísico de la Politécnica. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO

Es inevitable: cuando la tierra tiembla, es momento de hablar con Hugo Yepes, la máxima autoridad en sismos de Ecuador. Esta vez aborda no solamente el aspecto telúrico sino también el temor que los ciudadanos de Quito sienten en los últimos meses.

¿Este es el año con más sismos que ha tenido Quito desde 1987, cuando el terremoto y sus réplicas asustaron y sacaron a la gente a dormir en la calle?
No. Existe esa percepción por la sensibilidad que ha causado el terremoto del 16 de abril en la Costa y sus efectos. Los sismos en Quito están calando más, generando más preocupación que en otras ocasiones, pero no es el año con más temblores. Existen momentos específicos como el de agosto del 2014, con una magnitud de 5,1 en la escala de Richter en que hubo tres muertos y un deslizamiento en la carretera Quito-Guayllabamba que causó el aislamiento de esa parroquia. Antes, en 1990, hubo un sismo similar (5,3)que dejó víctimas y causó muchos daños.

O sea, aún no ha temblado como antes...
La sociedad no recuerda un período en 1998, en la época en que se manifestaba el Guagua Pichincha, cuando toda la presión salía mediante sismos en la zona de El Condado y entre el Pululahua y el aeropuerto. Llegamos a registrar hasta 100 sismos al día. Se sentía uno o dos temblores a día seguido. Por eso, no es nuevo para la ciudad que la tierra se esté moviendo tan seguido.

Entonces es un problema de percepción...
Y también se debe a que los temblores de ahora se están sintiendo más claramente porque se producen mucho más cerca de la superficie que en las otras ocasiones.

¿Eso genera que sean más peligrosos o no necesariamente es así?
No. A pesar de su poca profundidad no son tan peligrosos más allá de la preocupación por ciertos daños. Pero también es verdad que mientras más cercano a la superficie sea el origen se sienten más porque las ondas llegan con más energía. Las ondas se atenúan menos. Un ejemplo es un parlante. El sonido es una onda elástica. Un parlante pequeñito, de poca potencia, si lo coloco cerca de la oreja a todo volumen mi oído saldrá lastimado. Pero si pongo un gran parlante y me alejo a 50 metros, no me pasará nada porque en el camino las ondas del sonido serán absorbidas por el aire. Con los sismos es igual. Así tengamos ondas muy potentes, si están lejos no producen mayores daños. Esto también explica lo que vivió Quito el 16 de abril, con ondas atenuadas por la distancia.

¿Esta percepción está siendo aupada por las redes sociales? Porque antes no se contaba con esta gran capacidad de obtener, no solo información, sino también comentarios y opiniones que se comparten constantemente...
Podría generar temor pero también podría generar tranquilidad, depende de qué información se genera y de qué información yo filtro al usar las redes sociales. Me parece que, como se lo toma de esta manera tan sensible, el tema está muy presente en las redes. Pero en 1990, aunque no había Internet, los temblores causaron mucha intranquilidad. No he estudiado a fondo este aspecto pero creo que las redes sociales podrían ser utilizadas para elevar la conciencia del peligro.

¿Estamos en peligro?
Yo diría que debemos perderle miedo a tener miedo a los terremotos (todo temblor es un “terremoto”, palabra que viene del latín compuesto por los vocablos ‘terra’ y ‘motus’, movimiento). Ese miedo, si se lo usa de manera constructiva, puede ayudar a disminuir el riesgo. Debemos perder ese miedo para primero alcanzar una mejor percepción del riesgo y, luego, para realizar las acciones específicas que reduzcan la vulnerabilidad, sobre todo la que está presente en las construcciones.

De lo que usted ha podido constatar, y a que constantemente le preguntan sobre el destino de Quito en caso de un terremoto de consideración, ¿el miedo es moderado o es más intenso?
Detecto preocupación y expectativa. No poder responder a la pregunta: ¿habrá uno grande? causa incertidumbre. Pero yo estoy comenzando a repreguntar: ¿y si viene uno grande, tu casa está bien? ¿Te aseguraste de que tu casa esté bien? Yo creo que esa repregunta es la que podría generarnos una actitud proactiva. Debemos saber realmente si los sitios donde vivimos, donde trabajamos, donde estudiamos y donde nos divertimos cumplen las normas de sismorresistencia o si las están implementando.

¿Una conciencia del peligro como la que adquirieron los chilenos?
Chile tiene la fama y las estadísticas de ser uno de los países más sísmicos del mundo, pero se hacen comparaciones de manera superficial. Compartimos la subducción de la placa de Nazca frente a las costas. Donde le ‘ganamos’ a Chile es que, además de la subducción como generadora de terremotos, tenemos el bloque norandino, que está moviéndose. Esta esquina noroccidental de Sudamérica está separándose y es la razón de que exista el Golfo de Guayaquil. Esto no tiene Chile. Nuestro peligro sísmico es mayor. Además, Chile ha reducido la vulnerabilidad de sus construcciones. Nosotros tenemos mayor vulnerabilidad que, unido a nuestro riesgo sísmico, hace que nuestros valores de riesgo sean mayores.

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