RedacciÓn Cultura
El patio que conduce a la oficina de Hugo Andrade está lleno de historia. Para él, las 103 piedras -de moler y afilar cuchillos- no solo adornan su corredor. Acompañaron y le dieron sazón a la vida de generaciones de mujeres.
“Todas tienen un valor importante. Para las personas mayores, desprenderse de una piedra de moler es tan duro… y eso no se comprende ahora”, dice el abogado de profesión y escritor aficionado.
Andrade no sabe la edad de las piedras, pero supone que son muy antiguas, como las máquinas de coser y las herramientas que también conserva.
“Siempre tuve inclinación por coleccionar, por guardar cosas que son parte de la trascendencia que tenemos como seres humanos”. Desde niño recuerda que guardaba recortes de las caricaturas de Roque, que se publican en el periódico.
Ya después empezó a guardar todo tipo de antigüedades, desde relojes hasta piezas de numismática y filatelia. Incluso, cuenta que creó una especie de museo en Atuntaqui, donde nació. “Pero mi interés particular siempre fueron las piedras de moler, no sé por qué, pero tengo una ligación, quizás espiritual, me producen una sensación de paz”.
Por eso, cada vez que conoce a alguien, Andrade le pregunta si tiene una piedra de moler de la cual quiera deshacerse. Las piezas fueron conseguidas a lo largo de toda su vida y traídas desde diferentes sitios del país.
Pocas fueron compradas, dice Andrade. Las consiguió gracias a su empresa de fabricación e instalación de muebles de cocina. “Cuando vamos a las casas de nuestros clientes, vemos que muchas personas tienen las piedras tiradas por un lado. Para mí tienen mucho valor”.
La forma de las piedras, dice, es una de las cosas que más le llaman la atención. “Ninguna se parece a la otra, por más similares que se vean tienen su propia forma y color”, explica.
Su colección la conserva en los patios de su oficina, debido a que su familia es más apegada a los objetos modernos. En su casa dejaron de moler el ají en piedra desde hace muchos años. Algunas de sus piezas pertenecieron a su abuela. “Detrás de cada una también está la vida de quienes se enamoraron de la sazón de quien cocinó con esa piedra…”.