Redacción Sierra Centro
El viento fuerte echa a volar el sombrero de Cristóbal Gómez. El sol ilumina su rostro delgado y un poco arrugado. En un canasto de mimbre coloca las ramas grandes de alfalfa y culantro.
Los precios
Los cuyes criollos se venden desde UDS 8, según el tamaño. Los reproductores, de acuerdo con la raza, cuestan USD 20. Las conejas valen USD 40. La libra de los otros productos cuesta entre USD 0.50 y USD 2.
En la granja La Laurita también se crían cerdos de la raza llarge white, que son blancos y sin pelo.
Cada animal se vende en USD 250.
Además de la crianza de animales se produce miel de abeja. Sin embargo, la sequía ha disminuido la producción. Hace tres meses se obtenían 100 litros semanales. Ahora se consiguen 80.
Esta granja orgánica es la más antigua en el cantón Pujilí. Su propietario, Cristóbal Gómez, también da consejos para cuidar a las plantas.
Camina despacio para no pisar las plantas de perejil y jícama que están sembradas en su granja integral La Laurita.
Está ubicada en el barrio Rumipamba, a 2 kilómetros de Pujilí, en la provincia de Cotopaxi.
En 600 metros siembra desde hace 20 años árboles de manzana, durazno, claudia y plantas de col, remolacha, cebolla, perejil, frutilla y uvilla con abono orgánico. En esta granja no existen espacios entre los cultivos.
Bajo el árbol de pera crece el cultivo de coliflor y la planta de ruda. La hierba medicinal se confunde con la alfalfa.
En total se cultivan 50 productos. Así no se desperdicia ningún pedazo de suelo. Esto ayuda a crear un ecosistema en el cual una planta beneficia a otra y evita que sea atacada por plagas.
Gómez explica que otro beneficio es que la tierra no se desgasta. “Nunca se siembra en el sitio un mismo producto. Esto permite que el suelo no se canse y que mantenga sus nutrientes y así no se erosione”.
Esto aprendió en el colegio de Pujilí, donde se graduó hace más de 40 años. En el plantel los alumnos reciben clases de agricultura.
“Me encanta el campo, el olor de la tierra. Esta granja es una muestra de que en pequeños espacios se pueden obtener una variedad de productos”.
Para estos sembradíos, el agua es importante. Gómez riega sus cultivos una vez cada 15 días. El líquido se almacena en un tanque reservorio y luego se distribuye a toda la finca a través de un sistema de riego por aspersión.
Según su hijo Santiago, las plantas y los animales siempre han sido la pasión de su padre. “Desde pequeño, con mis hermanos veíamos el amor de mi papá por la tierra y los animales. Él hace todo por protegerlos”.
En La Laurita, la agricultura se complementa con la crianza de animales para la reproducción.
Gómez tiene 600 cuyes de razas criollo, negro y peruano. También posee 12 conejas reproductoras de raza neozelandés, californiana y liebre americana.
Los desechos que producen estos animales no se desperdician. Se emplean para la elaboración de abono orgánico con la técnica de la lombricultura.
Gómez detalla que mezcla el estiércol con tierra negra. Esto se coloca en un pozo de 4 metros de diámetro y 1 metro de profundidad. De esta forma obtiene 50 sacos de abono cada 15 días.
Los animales se alimentan con la producción agrícola de la granja. Gómez prepara el balanceado con maíz y trigo que se cosechan una o dos veces.
“Así se garantiza que las crías de las reproductoras y sementales nazcan saludables”.
Mensualmente la granja es visitada por 100 personas que viven en el centro de Pujilí. Ellos compran cuyes, conejos, tomate, culantro, cebolla…
Anita Ruiz, una ama de casa, dice que el sabor del culantro que se siembra en La Laurita es exquisito. “Lo uso en el tradicional caldo de patas que se prepara en ocasiones especiales.
Los productos que son cultivados sin fertilizantes tienen un sabor diferente”.
Juliana León comenta que la granja es el único lugar en el cantón donde se pueden obtener productos de buena calidad. “Las frutas son dulces y jugosas. Con eso elaboro el tradicional ‘jucho’, un postre hecho con especias”.
León dice que hay que ir temprano a la granja, porque los productos se venden rápido.
Gómez dice que seguirá sembrando sin químicos en su huerta. “A la gente le fascinan los productos orgánicos. Pero, eso sí, hay que cosechar con cuidado, con respeto a la tierra”, expresa mientras acomoda la alfalfa y el culantro en el canasto de mimbre.