Los hongos están en el ambiente. El ser humano ha convivido siempre con ellos. Pueden estar en las áreas superficiales del cuerpo o en órganos internos. A menudo se encuentran en el hombre, pero como son seres oportunistas, aprovechan para infectarlo cuando sus defensas bajan.
No se pueden evitar y proliferan bajo ciertas condiciones como calor, humedad o roce. Afectan áreas como la región inguinal, las axilas, los pliegues de pies y manos y las uñas. Se alimentan de queratina, una sustancia de la piel. Eso les permite crecer. Visualmente se los identifica porque tienen un aspecto blanco, descamativo con un centro rojizo.
También ocasionan problemas en mucosas. Eso es grave.
Las personas más sensibles a los hongos son pacientes diabéticos, con sida e inmunológicamente deprimidos. Asimismo son susceptibles a la proliferación de estos organismos aquellos que padecen de cáncer, han estado sometidos a radiación o se les ha hecho un trasplante. Los niños y los ancianos también están en riesgo.
Habitualmente les gusta estar en la vegetación, lugares como la selva son su hábitat preferido. Por este motivo, los mayores casos de infecciones por hongos se registran en el trópico o subtrópico. Sin embargo, también existen otras áreas predilectas como por ejemplo las construcciones (se encapsulan en el polvo) y los pastizales. Un área en la que siempre conviven también es las heces de las aves.
Los hongos pueden afectar varias áreas. Cuando el problema se limita a la parte externa no hay mayor inconveniente. El caso se complica en el momento en que afectan órganos vitales. Allí la enfermedad puede ser letal. El problema con ellos, es que por su estructura no existe un diagnóstico certero sobre su presencia y a menudo las enfermedades que producen se confunden con otras. Casi el 20% de muertes sin causa está dada por la presencia de hongos, que se diagnostican después de que la persona ha fallecido.
Las enfermedades que producen no son sencillas. Es muy raro que una persona infectada no tenga síntomas. Generalmente se presenta una debilidad general, tos crónica, flema en aumento, dolor en el tórax, fiebre. Para descubrirlos hay que hacer ciertos cultivos. El hongo más común se conoce con el nombre de aspergillus y puede causar problemas en el corazón, los pulmones, el cerebro y los riñones.
Sonia Sánchez, Global Medical, directora de antimicóticos/ Carlos Estévez, medicina preventiva.