Tres grandes intervenciones en la Refinería Esmeraldas en 42 años

Últimas obras en el complejo refinador en el año 1976, antes de su arranque en mayo de 1977. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

Últimas obras en el complejo refinador en el año 1976, antes de su arranque en mayo de 1977. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

En el 2015 concluyó la rehabilitación integral de la planta, pero en 2019 se hicieron nuevos trabajos. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

El arranque en 1977 de la Refinería Esmeraldas supuso el inicio del fin de la era Anglo, la firma inglesa que tuvo el monopolio de la producción de combustibles del país, decidía sus precios y mantenía una fuerte influencia política.

En esa época, la Anglo procesaba en la Refinería La Libertad, en Santa Elena, 37 000 barriles diarios de petróleo (bdp), que se traían en línea férrea desde el campo Ancón, localizado en esa provincia.

El complejo de Esmeraldas fue el resultado del ‘boom’ petrolero. La dictadura militar presidida de Guillermo Rodríguez Lara inició la construcción de la planta en Esmeraldas. El Estado asumió el 100% de la inversión por USD 91 millones de esa época, unos 400 millones de hoy, calcula el catedrático Marco Naranjo.

La americana UOP hizo los estudios y la japonesa Sumitomo Chiyoda, la obra, que tardó solo tres años. La planta, de mediana generación, inició con una capacidad para procesar 55 600 bdp de alta calidad (29 grados API, bajo contenido de azufre). “Esa primera obra es un ejemplo de cómo hacer las cosas para que duren 50 años”, destacó Edmundo Brown, quien trabajó en CEPE (luego pasó a ser Petroecuador).

Según Brown, el plan era ir actualizando la planta, a futuro, según el volumen y tipo de combustibles requeridos.

En estos 42 años, el complejo tuvo tres intervenciones importantes, aunque dos de ellas generaron observaciones.

En 1987, la propia Sumitomo Chiyoda hizo la primera ampliación de la planta a 90 000 bdp. En 1998 se subió a 110 000 bdp. En esta última obra participaron la francesa Beicip-Franlab (diseño) y la española Técnicas Reunidas (construcción).

Últimas obras en el complejo refinador en el año 1976, antes de su arranque en mayo de 1977. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

En esa ocasión, además, se aspiró a modernizar la planta. Las contratistas incorporaron nuevas unidades. Una de ellas fue para bajar las emisiones de azufre al ambiente, las cuales habían aumentado debido a que la calidad del crudo del país era menor. Pero esa planta nunca funcionó, dijo el titular de Energía, Carlos Pérez.

Eso explica que la Refinería produzca 50% de residuos. Con la caída del precio del petróleo en los ochenta, las tareas de mantenimiento en la planta quedaron relegadas.

Los intentos por intervenir en el complejo no prosperaron hasta que en el 2007 se detectó una grave fisura en el reactor de la Unidad de Craqueo Catalítico Fluidizado (FCC), que es el área medular de la refinería.

En el 2005, Petroecuador ya había determinado 28 proyectos de mejora, con un costo de USD 127 millones y un plazo de ejecución de dos años. Un año después se actualizó en 187 millones. Luego se sumaron más tareas y, finalmente, el proyecto arrancó en el 2009 con un presupuesto de 855 millones.

Tras asumir la gerencia de Refinación, Carlos Pareja Yannuzzelli, hoy preso por corrupción, dijo que el proyecto era “parcial” y no “integral”, y lo amplió. En ese plan se gastaron USD 2 300 millones hasta el 2015, lo cual fue cuestionado por una auditoría que contrató este Gobierno con el apoyo de Naciones Unidas. El estudio detectó fallas que demandan de un monto adicional de 172 millones; entre ellas, el sobrecalentamiento de la FCC, que se corrigió este año con una para que duró casi cinco meses.

Nelson Chulde, exsuperintendente de la Refinería, asegura en su tesis ‘La evaluación Ex-post de la Rehabilitación de la Refinería Esmeraldas 2008-2017’, que el plan ofrecía reducir los paros, pero estos siguieron. En el 2016 hubo 280 días de paralización y en el 2017, 25.

No es el único problema. Según el Gobierno, colectivos esmeraldeños pidieron el cierre por la contaminación que genera. Santiago Cuesta, consejero presidencial, asegura que se puede cerrar una parte del complejo, la de refinación, mientras se concesiona la construcción de una nueva unidad a un privado.

El titular de Energía no está de acuerdo con el cierre e impulsa la concesión de la administración para que un privado invierta y mejore los procesos.

Pero hay otras propuestas. Del lado privado, el grupo representado por Energlobal Sistema de Refinación, presentó una propuesta para hacer las actualizaciones pendientes. Diego Burneo, director de Estructuración Financiera de la firma, dijo que el consorcio está dispuesto a invertir, a su riesgo, en un plan que incluye adicionar módulos o unidades nuevas para preparar los derivados a fin de que cumplan con los requerimientos ambientales y de la industria automotriz y otras unidades para procesar residuos (tecnología Veba Combi Craking) y convertirlos en productos limpios. Según Burneo, la inversión puede llegar a USD 2 300 millones. El contrato podría ser bajo una alianza público – privada (app).

Roberta Zambrano, prefecta de Esmeraldas, y Miller Quiñónez, vocero de los trabajadores, también presentarán un plan para convertir residuos en productos limpios. El plan requiere unos USD 2 000 millones y se pueden lograr con app para evitar la concesión.

Pérez impulsa la construcción de una nueva refinería con inversión privada. Esta semana lanzará la convocatoria, para atraer interés.

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