Los hijos de las Dolores reclaman por sus papás

En Guayaquil, Dolores Briones aparece junto a su hijo Jimmy, quien ahora tiene 13 años. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

En Guayaquil, Dolores Briones aparece junto a su hijo Jimmy, quien ahora tiene 13 años. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

En Guayaquil, Dolores Briones aparece junto a su hijo Jimmy, quien ahora tiene 13 años. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Jimmy no recuerda a su padre. Cuando falleció, él había cumplido apenas 2 años y hoy tiene 13. Las únicas imágenes de su progenitor son las fotos que atesora su madre Dolores Briones, y un cuadro que cuelga en la sala de la casa, en el noroeste de Guayaquil.

Guime, padre de Jimmy, fue una de las víctimas de un presunto cruce de balas que se produjo en una farmacia del norte de Guayaquil el 19 de noviembre del 2003.Once años después, los tres hijos de las Dolores que perdieron a sus padres esa mañana han logrado unirse. Aunque todavía son menores, incluso preparan las pancartas que sus mamás llevan a todos los plantones. El 19 de noviembre se reunirán y recordarán un año más de las muertes y desapariciones.

El mayor de los tres menores es Johnny. Tiene 16 años. Es hijo de Dolores Guerra y Johnny. Así también se llamaba su padre, quien no aparece desde ese 19 de noviembre. A esa fecha, él tenía casi 5 años. Hoy recuerda el golpe de las llaves del carro de su papá sobre la mesa, cada vez que llegaba a casa. El hombre fue sacado de la farmacia esposado y con el rostro cubierto con su camisa.

Detrás de él iba un exagente policial, que luego lo embarcó en un vehículo. Por eso, oficialmente fue declarado desaparecido y el caso aún está en indagación. Johnny ha crecido, es más consciente de la ausencia de su papá. Mira las noticias, se cuestiona, reclama. No entiende por qué su madre fue excluida del juicio si todo ocurrió en el mismo escenario, el mismo día.

Por eso ahora le dijo a su madre que estudiará leyes para entender cómo está exactamente el proceso judicial. Quiere ayudar a su mamá y en ese camino prepara un pedido para que le reciban en Carondelet y explicar la situación humana y familiar que han pasado estos años.

Él ha estado en plantones y marchas, al igual que Jimmy, quien el jueves estaba en su casa. ¡Vístete que te van a tomar fotos!, le susurró Dolores Briones al pequeño que se distrae con los policías que por pedido de la Fiscalía custodian la casa (los tres tienen seguridad).

Jimmy está en el noveno de básica en un colegio cristiano. Tiene beca desde el jardín de infantes y jamás ha perdido un año. Aunque dice ser muy unido con sus compañeros, su madre cuenta que en más de una vez ha sido objeto de burlas por la ausencia de su papá.

Dolores y su hijo reciben terapia. Ella volvió a mostrar síntomas de depresión el año pasado, cuando se cumplieron 10 años de la muerte de su esposo y la Fiscalía reactivó el proceso.

Hoy se instala la audiencia de juzgamiento, una de las últimas fases de un proceso penal. Esta diligencia se concretará luego de que la semana pasada se desatara una polémica que incluyó hasta una orden de detención en contra del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot. Él comparecerá a las 08:30.

Ahora Briones comparte el tiempo que le dedica a su hijo con las visitas a un psicológico dispuesto por la Fiscalía.

En esa farmacia también falleció Carlos, un pastor evangélico y pareja de Dolores Vélez. Tres días antes de la muerte, él alistó la cámara y compró un rollo. Le gustaba fotografiar a su hija, Karla Doménica, que en ese entonces solamente tenía 3 meses y nueve días de nacida.

Lo hacía en su casa mientras la pequeña descansaba en su cama, jugaba en el corral o iba en el coche. A los 3 años, la niña comenzó a preguntar por su padre. Vélez recuerda que la llevaba al cementerio. Allí le hablaba a la tumba y le pedía que dejara salir a su papá para abrazarlo. Le contaba que estaba grande y que ya iba a la escuela. Karla se sentaba y lloraba.

En la casa tomaba los portarretratos de él y les hablaba. En Navidad hacía tarjetas para su papá y las dejaba en el cementerio. “¡Por qué no me contestas, no me respondes!”, decía. Volvía a llorar y le pedía que saliera, que necesitaba que la viera y que la besara. Creció y entendió que no podía estar con ella. Así comenzaron las visitas al psicólogo para el tratamiento y ahora tiene 11 años. Es la menor de los tres hijos de las Dolores. Lo único que la ayudaba era el apoyo de las maestras y los compañeros de la iglesia a la que acudían.

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