Estaba en la carretera. Se me anegaron los ojos cuando recibí la noticia: el poeta más prestigioso tanto en el país como fuera de él, había muerto, el que creía que nada es definitivo pero que teníamos que vivir haciendo planes como si fuera para siempre.
Ramiro Arias B.
Escritor y editor
Director de Eskeletra Editorial y dirige la revista del mismo nombre. Publicó tres libros de cuentos y una novela. Consta en la Antología esencial del cuento ecuatoriano, siglo XX, dirigido por Jorge Enrique Adoum.Su sentido de humor se agudizaba después del primer vodka con agua mineral y gotas de limón y al encender su habano su lucidez y curiosidad cobraban brillo, y no importaba que anochezca en el café. Todo cobraba especial significación en su sabiduría verbal.
Se deleitaba con la amistad entregada, mucho más cuando se hablaba de literatura, entonces la memoria era una fiesta.
Cuando presentamos algunos de los libros que Eskeletra tuvo el acierto de publicarlos, él decía que el editor es cómplice del trabajo con el escritor, es decir, debe amar su oficio.
Ecuador: señas particulares fue el libro sobre la identidad ecuatoriana, que toda editorial hubiese querido publicar, tuvo muchas ediciones y reimpresiones. Luego vino una edición preciosa en cinco idiomas del Amor Desenterrado y Cronología del Siglo XX, etc. Fue coordinador y antólogo de la Antología Esencial del Ecuador: siglo XX, editada en cinco tomos: Novela Breve, Cuento, Ensayo, Poesía, Crítica Literaria.
Fue testigo de su tiempo, él creía que envejecer era opcional, que hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, él pertenecía a la segunda casta, especialmente cuando ponía el dedo índice y el medio en la sien y el pulgar en su pómulo y sonreía con espíritu reflexivo y hablaba sin urgencia.
Los grandes cambios históricos no dejaron de sorprenderle, eran la muerte y el nacimiento de un nuevo espíritu, de una nueva sensibilidad, a pesar de ello, su palabra estaba junto a los desposeídos. Como todo poeta supo que la vida está hecha de accidentes y desencuentros.
Lo más probable es que se fue con sensación de lo imposible de su cometido, nunca se sabe querido Jorge Enrique, mientras la utopía sea la plenitud posible.