Militares dicen que los haitianos usan el paso irregular de El Brinco, a 2 km de Tulcán. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Cae la noche en Tulcán. Frente a la Terminal Terrestre de la ciudad hay dos hostales de tres y dos pisos. En la entrada de esos edificios permanecen al menos 25 haitianos. Unos están de pie. Otros sentados en los pasillos. La mayoría carga pequeñas mochilas y bultos.
Es sábado, poco más de las 19:00. Un muchacho alto, cubierto con una chompa crema y capucha, se acerca al grupo y les habla en creol, el idioma nativo de Haití. Les da indicaciones y luego suben en taxis.
Los vehículos se pierden entre las calles de Tulcán. Son extranjeros indocumentados que a diario llegan en su travesía por llegar a los EE.UU.
Agentes que operan en la frontera advierten a EL COMERCIO que el fuerte control migratorio que en los últimos días hay en el puente internacional Rumichaca cambió las rutas de viaje. Ahora han optado por tomar pasos clandestinos para ingresar a Colombia.
De hecho, en ese puente ya no se ven extranjeros varados. Al menos eso sucedía hasta ayer.
Hace apenas cuatro días la situación era distinta. Había más de 150 migrantes atrapados en el Rumichaca. Colombia no les permitía el acceso y Ecuador no autorizaba su retorno. Todo ese grupo salió voluntariamente hacia Pasto para iniciar el proceso de deportación, según informó el gobierno de Juan Manuel Santos.
Oficiales de la Brigada 31 Andes, una unidad del Ejército que opera en Carchi, revelan que en la provincia se han identificado al menos 48 rutas ilegales por donde se da el contrabando de mercadería, combustibles, droga, armamento…
Un grupo de haitianos llegó la noche del sábado a Tulcán, antes de avanzar a Colombia. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
¿Cuántos de esos pasos se utiliza para el tráfico de personas? Por ahora se sabe con certeza que El Brinco se ha convertido en una ruta empleada por los haitianos para avanzar. El miércoles anterior, por ejemplo, agentes aduaneros patrullaban ese sector y encontraron a un grupo de haitianos caminando por la zona.
Ese punto clandestino está situado a dos kilómetros del centro de Tulcán. Los extranjeros toman taxis para llegar hasta allá. El río Carchi, de apenas 30 metros de ancho, divide a El Brinco con la zona rural de Ipiales (Colombia). Las mujeres y niños toman mulas para cruzar ese afluente. Los hombres lo hacen a pie. El recorrido sobre todo es en la noche.
“El agua es helada. Por eso las mujeres que llevan a sus hijos no se atreven a pasar solos”, comenta el aduanero que vio a los migrantes el miércoles.
Una vez que pasan por esta vía, ya en Colombia, los haitianos deben caminar por un sendero de tierra que los conduce hasta el área urbana de Ipiales.
Desde allí toman buses a Medellín y luego a Turbo, el municipio colombiano que limita con Panamá. La travesía continúa por Centroamérica y finaliza en Estados Unidos.
Un éxodo imparable
Pese al fuerte control migratorio en el puente de Rumichaca, los isleños siguen arribando masivamente a la Terminal Terrestre de Tulcán.
La administradora de uno de los hoteles que funciona en ese sector asegura que la llegada de estos grupos no ha parado desde marzo pasado. Ella trabaja ya siete años ahí y dice que no ha visto nada parecido.
Cada día ingresan a ese hotel entre 10 y 20 ciudadanos de Haití. Todos vienen desde Brasil. Presentan pasaportes con sellos de ese país o documentos de trabajo de esa nación. “La mayoría habla en portugués. Unos pocos en español”, comenta la administradora.
En otro alojamiento ubicado en la calle Carabobo trabaja Nátali. Ella cuenta que en los últimos 15 días, 500 indocumentados han reservado habitaciones en ese lugar.
El viernes, un grupo de 30 migrantes abandonó el hotel. Allí solo quedaron cinco personas. Por lo general, los extranjeros llegan, permanecen unas horas, se duchan y se van. Máximo se hospedan tres días.
“La situación muy complicada. No dinero para salir de Ecuador”, explicaba el sábado Jem, uno de los cinco haitianos que seguían en el hotel.
Él espera que su familia que vive en los Estados Unidos y en Francia le envíe dinero para intentar cruzar a Colombia.
Cada día, los isleños pagan entre USD 8 y 10 por las habitaciones.
Los dormitorios son sencillos: una cama de plaza y media, un televisor de 14 pulgadas y un baño.
La salida masiva de haitianos desde Brasil, país que los acogió a raíz del terremoto del 2010, ocurre por la crisis económica que vive la nación sudamericana y porque a inicios del 2016 se vencieron las ayudas que otorgaba el Gobierno.
Se calcula que unas 45 000 personas se refugiaron en Brasil tras la catástrofe. Ahora miles de ellos intentan llegar a EE.UU., utilizando a Perú, Ecuador y Colombia como países de tránsito.