¿Es necesario que en los países de la región existan leyes que regulen los procesos comunicacionales y periodísticos?
Depende para qué es esa ley. Por ejemplo, es buena una ley para el acceso a la información, como la de México. También sería buena una ley para que aclare puntos ambiguos en las constituciones. En Colombia, la Constitución protege la libertad de expresión, pero uno de sus parágrafos dice que la prensa será libre y responsable. Mientras tanto, ¿quién define qué es responsable? Entonces serían muy bueno leyes que ayuden a fortalecer la libertad de expresión.
¿Pero en la región no es precisamente ese el objetivo de las leyes que se han ido aprobando?
Cuando el objetivo es limitar, prohibir o criminalizar la libertad de expresión, es grave. No se necesitan y es mejor no tenerlas antes de tener malas leyes.
Pero en países como Ecuador o Venezuela los presidentes también sostienen que la prensa no tiene freno ni límites y, por lo tanto, difunde en ocasiones información falsa que perjudica a sus gestiones…
En varios países de América Latina, particularmente en ambos países, la concentración económica alrededor de pocos medios los ha dejado descolocados. Por eso los medios han perdido cierta credibilidad frente a la gente corriente, porque ya no siente que son su expresión. La sociedad les da libertad a los medios porque representan su voz.
¿Qué pasa cuando la gente siente que los medios ya no los representan?
Empieza una tensión terrible entre los medios y la población. En México había periodistas que eran agredidos. Creo que hay un tema para que los medios reflexionen y se vuelvan a sintonizar con las audiencias. Incluso, si algunos países así lo consideran, para que haya tribunales de ética autónomos de los propios medios, que vigilen los casos aberrantes de responsabilidad y en los que no se cumplieron los estándares mínimos de la verificación. Pero de ahí a que sea el gobierno el que se sienta con la autoridad de regular a los medios y la libertad de expresión es un paso muy grande.
¿Entonces qué puede hacer un gobierno frente a ciertos atropellos de la prensa?
El gobierno tiene que apelar a que haya más libertad, no a que haya menos. A convocar a la gente para que opine más y que ayude a que sea más libre la circulación de ideas.
En el caso de Ecuador hay un mandato constitucional de que se elabore una Ley de Comunicación. ¿Desde qué base conceptual cree Ud. que esta debería surgir?
Desde la preservación del valor mayor: la libertad de flujo de ideas. La libertad no puede estar predefinida por lo que es bueno o es malo. Nadie puede saberlo, salvo la propia gente que decide y toma decisiones. Si se respeta a la ciudadanía entonces se deja a su inteligencia para que distinga las cosas que son mentirosas y abusivas de las cosas verdaderas. Ese proceso ahora es más fácil con Internet; si alguien dice una mentira en cuestión de minutos es contrarrestado por cientos y miles de personas. Eso a la vez es retomado por todo el mundo. Ya no es tan fácil decir mentirotas en un medio.
¿Qué riesgos hay cuando en una ley se ponen cortapisas para la libertad de expresión e información?
Primero los ciudadanos se quedan sin conocer muchas ideas. Si se criminalizan las opiniones, entonces los medios y periodistas van a tener recelo de investigar a funcionarios. Entonces la prensa deja de cumplir su tarea principal, que es la de vigilar al poder. Se supone que se vigila al poder para que la ciudadanía pueda tener quejas en las cosas que andan mal. Incluso para un gobierno es positivo tener medios críticos, ya que puede servir para enderezar su rumbo en los puntos que lo necesita.
En Ecuador, el presidente Rafael Correa afirma que los medios carecen de autoridad moral para cuestionar a su gestión, que ha sido ratificada cinco veces en las urnas…
La gente tiene la libertad de comprar un determinado medio o prender o no cierto canal de TV. La democracia de los medios que han subsistido 20, 30 ó 50 años es diez veces mayor a la de un gobierno que ha ganado cinco elecciones. Un medio de comunicación que subsiste 30 años recibe la votación de la gente todos los días. Si se tiene un canal de TV que dice estupideces absolutas la gente deja de creerle y deja de mirarlo. Entonces ese canal quiebra porque no tiene pauta comercial para vender. Más bien hay que preguntarse qué autoridad moral tiene cualquier gobierno que le diga a la gente qué es bueno o qué es malo, como lo hacía la Inquisición.