Subdirector Adjunto
El jefe del Ejército argentino está imputado por la justicia. Se trata de una causa por violación a los derechos humanos durante la dictadura.
El hoy teniente general César Milani era en 1976 subteniente de inteligencia en Tucumán. Firmó un parte por la desaparición de un conscripto aludiendo deserción sin haber investigado nada.
Pero además Milani tiene otros expedientes abiertos por torturas, enriquecimiento ilícito, y hasta uno más- pendiente y potencial-, por desaparición.
Cuando hace más de un año el programa de televisión de Jorge Lanata denunció el episodio, el poder político, que aún no experimentaba una fase de desgaste de tanta proporción como hoy, pasó con los ojos vendados ante la construcción de indicios que parecían sólidos y premió a Milani, no solamente con el alto cargo de jefe del Ejército sino con un ascenso obtenido en el senado con los votos del Frente para la Victoria, el partido de Gobierno.
Hoy ante la evidencia de una causa abierta por ‘presunta responsabilidad en la violación a los derechos humanos durante la última dictadura’ la tormenta política se desató.
Las organizaciones de derechos humanos, que en este país jugaron un papel decidor, enseguida levantaron su voz de protesta pidiendo la separación del caro del imputado. Un genocida no puede estar al frente del Ejército en la era democrática. Algunas de estas organizaciones han caído en el descrédito acusadas de actos de corrupción en concupiscencia política con este gobierno, sin embargo hay activistas de respecto mundial como Adolfo Pérez Esquivel, que dejaron oír su voz.
Lo mismo ocurre con todo el espectro político opositor. Más fuerza cobran las protestas en un año previo a las elecciones de octubre en un país donde el tema de los derechos humanos es especialmente sensible tras las atrocidades cometidas por las dictadura militar.
Toda una ironía que presiona a Cristina de Kirchner y que, como su esposo, reivindicó el discurso de condena a los crímenes de lesa humanidad. Ahora se pone a prueba.