En el Palenque Los Revuelos, en Calderón, hubo pelea de gallos la noche del viernes. 50 parejas se presentaron. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Una pelea a muerte enfrentan los galleros del Distrito. La no renovación de los permisos de funcionamiento obligó al cierre de al menos 10 palenques en el 2015.
El gremio defiende el derecho a mantener sus tradición, la cual supervive en lugares clandestinos.
Eustorgio Barrionuevo es propietario de una gallera en Chillogallo. En el 2013 quiso pagar los impuestos, pero no lo logró.
En la Administración Zonal le dijeron que el negocio era incompatible con el permiso de uso de suelo. Se arriesgó y desarrolló la actividad de manera irregular.
En febrero del 2015, policías y empleados municipales llegaron a las 23:00 al local y lo clausuraron. Aún tiene que pagar una multa de USD 3 000.
Un año después, el local luce vacío. En el centro, donde los gallos batallaban con espuelas y picos, ahora se apilan las sillas patas arriba. Barrionuevo impulsa desde hace un año los trámites para reabrir el negocio, pero sin éxito.
Este Diario solicitó información a la Agencia Metropolitana de Control sobre los operativos que se realizan. Hasta el viernes en la noche no hubo una respuesta.
El representante provincial de los galleros, Guillermo Lomas, quien mantiene una gallera en Calderón, dijo que sus compañeros han cerrado por miedo a las multas. “Nosotros queremos pagar todos los impuestos necesarios”.
Lomas sospecha que los controles de uso de suelo, entre otros, son una excusa para cerrar las galleras, pues ninguna ha sido clausurada por las peleas en sí mismas.
Las peleas de gallos y las corridas de toros van más allá de los resultados de la consulta popular del 2011 cuando la mayoría de los quiteños votó para que se restringieran los espectáculos “cuyo fin sea dar muerte al animal”, como rezaba la pregunta 8.
Una comisión especial de seis concejales analiza el pedido de la organización Diabluma para eliminar los espectáculos circenses con animales, las peleas de gallos y las corridas de toros, incluidos los de pueblo. En el documento incluso se proponen infracciones y sanciones.
Felipe Ogaz, portavoz de Diabluma, dijo que las personas no pueden divertirse con el sufrimiento de animales.
En las peleas de gallos se producen lesiones graves. El veterinario y catedrático de la UDLA, Martín Ortiz, comentó que las partes vulnerables son las cabezas, tórax y extremidades que son atravesadas por espuelas de tres centímetros.
Lomas refutó y dijo que el fin no es matar a las aves sino obtener la victoria.
En promedio, según sus cifras, tres animales mueren cada 50 peleas.
Lomas cría unos 200 ejemplares de gallos en su casa. Son cuidados, desparasitados y entrenados de manera especial.
Desde el primer debate, el proyecto ha sufrido modificaciones.
Marco Ponce, concejal y miembro de la comisión especial, señala que son cambios de fondo. Él pedirá, antes del segundo debate, una consulta al procurador síndico del Municipio para saber si la propuesta no vulnera derechos constitucionales o legales.
Mientras el debate está en el Concejo, en La Tola la falta de permisos dejó sin actividad a la tradicional gallera.
El administrador Gustavo Carrión contó que alquiló el local a unos extranjeros para conciertos en enero. El negocio no prosperó y los arrendatarios no cancelaron lo acordado. “No tuvieron palabra de galleros”, dijo.