Redacción Sociedad
Insectos como la mosca de la fruta o animales como la rata y otras especies invasoras todavía se filtran con facilidad. Y el arribo de los turistas crece sin freno. Esas dos debilidades hicieron que la Unesco prefiera conservar a Galápagos en la Lista de Patrimonios en Peligro.
Incluso la ministra de Ambiente, Marcela Aguiñaga, reconoció que se deben fortalecer esos aspectos. Lo dijo antes de asistir a la reunión anual del Comité Patrimonio Mundial de la Unesco, en Sevilla, España, para informar sobre los avances en el cuidado de la biodiversidad y para escuchar la decisión.
Fue la antesala de los 50 años de la declaratoria como Parque Nacional, que cumple hoy.
Enrique Ramos, un comunicador galapagueño, y otros expertos consideran que es conveniente que las islas sigan más tiempo en esa categoría, con tal de que sirva para mejorar la conservación natural.
“También debe considerarse al ser humano. Necesita más énfasis. No es posible que en un patrimonio de la humanidad, la población no tenga agua potable (solo entubada y es escasa). No podemos seguir promocionando a las islas si de por medio hay problemas”, sentenció Ramos.
Aparte de las 23 000 personas que pueblan en Santa Cruz, San Cristóbal, Isabela y Floreana, el turismo masivo presiona cada vez más por servicios como energía eléctrica, alimentos, agua… y el archipiélago no está en condiciones de abastecer.
Aunque en Puerto Ayora hay un buen proceso de reciclaje de la basura, en otras como Puerto Villamil aún es un serio problema. Allí se arroja en un botadero en plena área protegida. Igual los más de 300 taxis se han convertido en una verdadera ‘mancha blanca’ para Santa Cruz.
Claro que también hay avances. Fabián Zapata, gerente del Ingala, resalta por ejemplo los resultados del control migratorio, con el cual se logró devolver al continente a 971 personas.
Fernando Ortiz, de Conservación Internacional, considera que sí se han hecho buenas cosas. Por ejemplo, ahora se trata de aplicar un plan de transporte óptimo de carga que busca disminuir el riesgo de ingreso de especies invasoras.
No obstante, Ortiz asegura que todavía queda por atacar en los muelles de embarque en el continente, donde rara vez se hacen los controles, ya que Agrocalidad no tiene un número suficiente de inspectores ni una infraestructura adecuada.
Ramos insiste en la necesidad de mejorar la salud, la calidad del agua y la educación. Hasta tanto, las islas seguirán al menos por dos años más en terapia de recuperación.
Lea mañana en la edición impresa de EL COMERCIO un informe sobre los avances y pendientes en la conservación de Galápagos.