El fiscal haitiano

Tanta desgracia. Admito que mi mente y corazón son diminutos para procesar el dolor. La vertiginosa fuerza de los hechos pocas veces permite pronunciarse con serenidad y profundidad sobre lo que sucedió.

La vida ahora no solo pasa más rápido  sino que los acontecimientos atropellan la razón y el sentido; aquellos valores que inyectaron en nosotros cuando niños y adolescentes nuestros padres o maestros ya no aparecen como parámetros para entender la realidad: la sociedad en su conjunto parecería que pasó por un terremoto de principios que trastocan lo más profundo de las relaciones.

Frente a la desolación de Haití después del terremoto nos puede venir a la mente parte del poema Los Heraldos Negros, del inmortal peruano César Vallejo, que dice: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma… Yo no sé!

Y mientras buscamos la forma de brindar nuestra ayuda, hay también quienes, como lo recoge Diario El Mundo, de Madrid, siguen llegando al exclusivo Puerto de Labadee en Haití a través de los cruceros de lujo de la empresa Royal Caribbean a hacer turismo.

Este desconcierto sobre Haití también me invadió ante el dolor de los familiares de Natalia Emme cuando acudieron a la audiencia de formulación de cargos.

La Fiscalía, en lugar de aplicar la objetividad que exigen las normas de Procedimiento Penal, hace un  puño con la fiscal a favor de la investigada, y en lugar de demostrar urbi et orbi que la transparencia es la norma,  muestra un nubloso espíritu de cuerpo.

Por si fuera poco, aparece en los medios de comunicación el Presidente de la República, y, en lugar de condenar el hecho y solidarizarse con la parte más débil del caso,  se solidariza con el poder del señor Fiscal General de la Nación Fiscal y su cónyuge e ‘interpela’ a los medios de comunicación recriminándoles que ‘eviten juzgarla’ porque la señora puede ser inocente.

No es la primera vez que estas solidaridades causan controversia. El Presidente las ha expresado con vehemencia a favor del ex Ministro de Deportes (a quien visitó en la cárcel), de la señora Ministra de Salud (proceso que llevó a decir al fiscal subrogante que la justicia es un sainete), y de gente de su círculo cercano, acusada de corrupción por su hermano Fabricio,  a quienes sin excepción los considera inocentes.

En Haití, el cuadro es desolador y triste. Lo único que se puede esperar de los afectados  es que el apoyo les sirva para que reconstruyan lo destruido.

En Ecuador, al solidarizarse con la Fiscalía, el Presidente de la República no solo evidencia que ve el caos de la Fiscalía y la justicia desde un crucero indolente, sino que espera algo a cambio.

Columnista invitado

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