‘La fiesta del libro: abril libros mil”, “La maratón del cuento en Cuenca”, “Noches de cuento y chocolate” son algunas de las generosas iniciativas que se promueven este mes para enamorar del libro a toda la gente, en especial a los niños. Lectura de cuentos y poesía de parte de autores noveles y consagrados, de niños, jóvenes y viejos, intercambio y feria de libros, música, debates, películas y chocolate son algunas de las actividades que también pretenden sensibilizar a la sociedad para que ejerza su derecho a la cultura y a la educación, y para que exija al Estado la creación de políticas de fomento de la lectura, e inversión para el enriquecimiento y creación de bibliotecas en escuelas, barrios y parques.
Las iniciativas mencionadas podrían ser ingenuas y románticas frente a la apabullante realidad y cotidianidad que conspira contra la lectura: escuelas mediocres, no pocos profesores que a duras penas revisan sus textos de clases, padres de familia más preocupados del fútbol que de leer, escolares y colegiales enchufados a la TV, a los juegos electrónicos o al internet casi el mismo tiempo que pasan en las aulas, 95% de establecimientos públicos sin bibliotecas.
Sin embargo, si el espíritu de estas iniciativas prenden en todos nosotros y nos hacen tomar conciencia, dicha realidad podría cambiar. Tomar conciencia, por ejemplo, que la lectura, si es comprensiva, facilita el desarrollo de la inteligencia y del pensamiento, la capacidad crítica, el análisis, la síntesis, pero también la imaginación, la sensibilidad, la estética y los valores.
Ayuda al perfeccionamiento y desarrollo del lenguaje, mejora la expresión oral y escrita, aumenta el vocabulario y mejora la ortografía. Proporciona información, crea hábitos de esfuerzo y disciplina, estimula la curiosidad intelectual y científica. Genera interrogantes, responde preguntas. Facilita la interculturalidad, la tolerancia, despierta aficiones, intereses y fantasías. Aguza las capacidades de observación, atención y concentración.
Un buen libro tiene la capacidad de cambiarnos y de cambiar el mundo. Nos hace más libres, pero también más responsables. Nos conflictúa, relaja y distrae.
Por todo esto, hay que respaldar estas iniciativas que promueven la lectura: “La fiesta del libro: abril libros mil” de Flacso, Ministerio de Cultura y Ministerio de Relaciones Exteriores; “La maratón del Cuento” de Girándula y las “Noches de cuento y chocolate” del Colegio América Latina.
Deben multiplicarse en todos lados maratones, fiestas y chocolate. Sobre todo en las casas y en las escuelas. Profesores y padres enseñando con el ejemplo. Leyendo más, compartiendo la lectura.
Qué bueno sería que también las sabatinas se dediquen a esto. Me imagino el efecto positivo de uno de esos sábados al mes dedicado a un libro… y no más.