Vamos a una feria del libro no solamente a encontrar el libro que nos seduzca, sino para asistir a actos culturales y conocer escritores y también a mirar las novedades editoriales y no sé en qué medida resulte provechoso evaluar a la feria del libro de Quito 2009 que acaba de terminar auspiciada por segundo año por el Ministerio de Cultura. Lo que queda: mucho que alabar y también que modificar para ir afinando cosas.
Ramiro Arias
Escritor
Escritor, doctor en Derecho y egresado de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Director de Eskeletra Editorial y de la revista literaria del mismo nombre. Autor de varias obras literarias.Es compromiso u obligación del Estado propiciar este espacio, pero también es deber de los escritores, editores, libreros y lectores empujar este carro para que la inversión del estado no se haga humo y todos, en última instancia, nos veamos beneficiados.
Las ferias de libros tanto en el continente como en el mundo se han convertido en íconos importantes y referentes del quehacer cultural de cada nación a lo que ha contribuido la ayuda estatal, ya que sin ella toda iniciativa particular o del gremio estaría condenada al fracaso, y así ha sido, sino volvamos los ojos atrás.
Hablar de la feria del libro de Guadalajara, Bogotá o la de Chile es un indicativo del prestigio que esas ferias anuales han alcanzado, sin hablar de la de Fráncfort. Ferias que gracias a los incentivos estatales han alcanzado un alto nivel de exportaciones a terceros países aportando al producto interno bruto de cada nación. Es decir, tenemos que apoyar a que la feria del libro de Quito se sostenga en el tiempo y en el espacio sin distingo del gobierno de turno, sabedores de que la mejor inversión es la cultura.
Pero a su vez, el estado debe ir dejando de a poco ese gran paraguas en manos de los involucrados de la cultura la responsabilidad para que su autogestión sea manejada con responsabilidad y así evitar la hegemonía académica, de criterio y de organización que se cuece detrás de estas ferias. En todo caso, fue la fiesta de la cultura que tiene que repetirse cada año. Comparar la primera edición con esta segunda no solo resulta odioso, sino un sinsentido.