Miles de feligreses pasaron la noche en el Bicentenario, en espera del papa Francisco

Los feligreses descansaron en carpas o en el piso del Bicentenario a la espera del Papa. Foto: EL COMERCIO

Los feligreses descansaron en carpas o en el piso del Bicentenario a la espera del Papa. Foto: EL COMERCIO

Los feligreses descansaron en carpas o en el piso del Bicentenario a la espera del Papa. Foto: EL COMERCIO

El hijo de Elena Pillajo estuvo grave en el área de terapia intensiva. La esquizofrenia lo había llevado al extremo de hacerse daño. Ella sintió angustia, desesperación, impotencia. Las horas pasaban y no se recuperaba. Fue hace cinco años; entonces su hijo tenía apenas 13 años.

Pillajo le rogó a Dios por su vida. En esa época ya le habían diagnosticado la misma enfermedad a su otro hijo menor. Durante su infancia nada advertía sobre su condición, pero en la adolescencia todo cambio con el diagnóstico.

Con amor, su madre logró que la vida del hogar sea llevadera. Su hijo mayor logró salir de terapia intensiva y ambos quisieron agradecerle a Dios por ese milagro. Llegaron ayer al parque Bicentenario, en el norte de Quito.

Colocaron una carpa, entre las miles que formaron laberintos de colores en el Bicentenario. Albergaron a los feligreses la madrugada de este 7 de julio del 2015. Soportaron la lluvia, el frío, la sed y la incomodidad de un terreno irregular, que acabó con sus espaldas. Todo para ver al sucesor del apóstol Pedro, el papa Francisco, en la ceremonia religiosa que ofrecerá a partir de la 10:30.

Pillajo vive cerca del Bicentenario, en el sector de San Carlos. Sin embargo fue de las primeras en llegar en la víspera, luego de Washington Calderón. Él estuvo a las 05:30 del 6 de julio del 2015 fuera del parque, haciendo fila y en espera de que abran las puertas.

Estuvo de pie durante nueve horas, pero la espera valió para su cometido. Acampó frente al templete que se levantó en el lugar, desde donde podrá ver a Francisco de cerca. Su familia se unió más tarde y llegaron preparados con ropa abrigada; chompas y gorros de lana. También con alimentos –principalmente frutas y café- para soportar la jornada.

Aída Mendoza viajó desde Esmeraldas con su esposo e hija. Demoró cerca de siete horas, todo para pedir al representante de Dios en la tierra por la unión familiar y la reconciliación del país. Volverá a su tierra el 8 de julio del 2015.

Pillajo esperó de rodillas al Pontífice, sobre la hierba mojada, orando durante la vigilia que se hizo hasta las 00:00. Sus piernas, apenas protegidas por un fino pantalón de tela, se humedecieron. El rostro palideció al igual que sus manos descubiertas.

No fue un problema para ella, sentía que ese sacrificio era parte de su agradecimiento a Dios. "Es solo una noche que nosotros le entregamos, en cambio él a nosotros nos da su tiempo toda la vida". Su hijo la acompañó y se emocionó con los fuegos artificiales que se lanzaron al final de la vigilia.

Luego se pidió a los feligreses que traten de descansar y recuperen fuerzas para la jornada de este 7 de julio. Las pantallas gigantes instaladas en el parque Bicentenario se apagaron, así como los coros pastorales que animaron a la gente desde la tarima.

Pero la gente se negó a dejar de ovacionar a Francisco y a Dios. No era una madrugada cualquiera. Luego de 30 años un Papa visitaba el Ecuador. Pillajo estaba consciente de que quizá no volvería a ver a otro en su vida. No durmió y pudo observar cómo el cielo de Quito volvía a aclararse, entre cantos y rezos al Señor.

Suplementos digitales