Chávez es muy predecible. Por supuesto, jamás con respecto a sus declaraciones, en donde es un maestro de la sorpresa. Pero, en cuanto a sus políticas internacionales la tendencia es clara, resumiéndose en dos ejes. Activismo total respecto a todo aquello que implique una autonomía regional de las influencias “extranjeras”. Por otro lado, liderar el discurso internacional que enfrente las corrientes políticas que defiendan el liberalismo neoclásico.
El que quiera cantarle al Che ante los medios internacionales, que cuente con Chávez. Se quiere hacer una moneda regional, cuenten con él. Oponerse al FMI fundando el Banco del Sur, fundar una nueva OEA sin EE.UU. y Canadá, rechazar el ALCA para organizar el ALBA, contraponer el discurso CNN con Telesur, para todo esto él está primerito. Es posible que ayude a Haití, pero por supuesto, calificando la ayuda americana de “invasora” y “ocupante”, y solo en nombre de la solidaridad latinoamericana.
Pero hay dos problemas que subyacen su singular política internacional. Por un lado, la utilidad y la eficacia de los proyectos parecen pasar a un segundo plano, haciendo que lo antiimperialista y anticapitalista sea un fin en sí mismo, cosa que es absurda. Por otro lado, cuando un asunto no compete estos dos objetivos el apoyo de Chávez es nulo, e incluso asume algunas de las posturas que él tanto critica.
El ejemplo perfecto se lo encuentra estos días; el juez de la Audiencia Nacional española encontró indicios que el gobierno venezolano ha colaborado en la cooperación FARC-ETA para el asesinato de Uribe y Pastrana. Ante la gravedad del asunto Zapatero pidió explicaciones. “No tengo nada que explicar compañero, nada” fue la respuesta que dio.
Lo que abrió pie a una fascinante inversión de roles. Para responder a las reacciones de la oposición, los altos funcionarios españoles asumieron el rol de los funcionarios venezolanos declarando la “voluntad de cooperar” de Venezuela; los funcionarios venezolanos asumiendo el rol de sus pares españoles indignándose de lo ocurrido; y Chávez ocupando el rol típico de la CIA, no se sabe lo que hace, pero no da explicaciones a nadie.
Sin embargo, hace tres años Chávez le pedía explicaciones al Rey de España respecto a su conocimiento de los planes del golpe de Estado de 2002. Lo acusaba de “intervencionista” y le exigía justamente el tipo de aclaraciones que él no quiere ahora dar.
Hay temas que no le interesan a Chávez, como la lucha antiterrorista; y la alianza izquierdista apenas hizo que incluya en su negativa un simpático “compañero” que a Zapatero no le sirve de nada.
Que no sea una sorpresa cuando Ecuador necesite algo que no tenga que ver con lo antiyanqui o anticapitalista, y recibamos un rotundo no, con un piropo para que no nos sintamos tan mal.