Esta es la semana de la libertad de prensa mundial y como siempre se repiten los conceptos de la trascendencia de ella en democracia sin analizar que esta no vive ni existe sin aquella. Los gobernantes de varios países latinoamericanos han concentrado sus esfuerzos de mandar sobre la persecución a la prensa y a los periodistas con métodos nuevos pero no menos trágicos. Antes los censuraban ahora los querellan, otrora el cierre del medio ahora es el ahogamiento económico.. todo orientado a lo mismo: acallar las críticas y demostrar una intolerancia absolutamente contraria al verdadero sentido de la democracia.
Si queremos entender este sistema político debemos hacerlo desde la diversidad de voces. Desde el pluralismo que es la esencia de la democracia. Cuando un gobernante querella a un periodista en realidad se querella a sí mismo por se torna arbitrario y autoritario al tiempo de condenarse públicamente como demócrata y eso porque teniendo una justicia sometida utiliza el garrote de la ley para golpear a quienes incluso en sus exageraciones les dan sentido a la democracia y a la libertad. No debemos tolerar como ciudadanos y mandantes que nuestros mandatarios (aquellos a quienes nosotros le hemos dado el poder administrador circunstancial) se conviertan en nuestros amos y esclavicen a quienes en el disenso constructor creen que la democracia es en verdad “el menos malo de todos los sistemas políticos conocidos”.
La practica de un activismo cívico que supere las limitaciones del poder político y refuerce el valor de la libertad de prensa para la dinámica de este sistema político es hoy una cuestión mas urgente. Reducir la libertad de prensa a la empresa periodística es un recurso que utilizan los gobiernos autoritarios para limitar el ámbito de manifestación del ciudadano en las cosas públicas.
Ni el odio ni el resentimiento deben ser razones que guíen a los gobernantes para acallar las voces críticas que en verdad solo esconden una gran debilidad para gobernar con el mismo pueblo al que se lo ensalza vanamente para en su nombre golpear a los críticos y a esa “maldita y molestosa prensa” que dice aquello que los autoritarios no quieren escuchar. Hemos sido testigos periodistas en América Latina de estos comportamientos, sufriendo las arbitrariedades del poder y una lección que debemos aprender es que cuando concedemos la interpretación de nuestro juicio y comprensión de los hechos a los gobernantes en realidad estamos empezando a ser vasallos de sus intereses y a adjurar de nuestros valores de libertad.
La prensa incluso con sus exageraciones debe ser tolerada, respetada y protegida. Jamás perseguida y menos con juicios donde se pretende demostrar “quien tiene el poder” cuando en realidad lo que se observa es completamente lo opuesto: la sinrazón de los autoritarios de siempre.