Antes de las elecciones se decía que el candidato José Mujica arrasaría con los votos. Pero eso no quería decir que todos eran sus simpatizantes. Las voces de los uruguayos fueron distintas, había gente que aseguraba que votaría por él, otros que optaban por el voto en blanco y cómo no, los que tenían en mente un rotundo no. Todo debido al estilo campechano de Mujica, un hombre que vive en una modesta casa, que apela a refranes, que no pronuncia las eses al final. Esto resultó una gran desventaja para algunos, pues era como si no estuviera preparado para ejercer el cargo presidencial. Su pasado guerrillero también le juzgaba en contra.
Sin embargo, el candidato presidencial Mujica declaró, en infinitas ocasiones y mucho antes de ser candidato, que aquellos ideales de una revolución cubana como pregonaba su movimiento guerrillero tupamaru, ya no son posibles en este tiempo. En realidad, ha demostrado su gran admiración por el modelo del presidente brasileño Lula da Silva. Con discursos como este logró hacer un cambio histórico en la política latinoamericana.
El 29 de noviembre del 2009, José Mujica, de 75 años, ganó la presidencia uruguaya. En su primer discurso afirmó que seguiría la política económica del actual Gobierno. Descartó cualquier cambio brusco en esta línea. Mujica logró un 51,2% de los votos, contra un 44,9% del opositor conservador Luis Alberto Lacalle, quien tras conocer los resultados dijo que “Mujica será nuestro presidente y esto tenemos que aceptarlo”.
Una marea humana de frenteamplistas, ondeando banderas uruguayas y rojas, azules y blancas, de la alianza, dieron de inmediato rienda suelta a su alegría. Entre las reacciones de cada uruguayo se puede ver una amplia gama de adjetivos que lo retratan con credenciales indiscutibles de militante de izquierda, incluido en la lucha de la guerrilla urbana. El 1 de abril, al primer mes de mandato, el balance es positivo: llamó a la “unidad nacional” a los militares y abrió el diálogo con la oposición, entre otros logros.