Evolución, revolución, involución, ‘Evo-lución’. El domingo hubo elecciones en Bolivia. Ganó el MAS de Evo pero la oposición obtuvo más poder. Es decir que el MAS fue menos y los menos, más.
En diciembre del año pasado, Evo Morales fue reelegido como Presidente de Bolivia. Este es su segundo mandato consecutivo. Su primera gestión presidencial la inició en enero del 2006.
Nadie desconoce la rotunda votación mayoritaria que obtuvo en las elecciones de diciembre pasado. En aquella ocasión un 62% de los bolivianos le refrendaron su respaldo.
Evo Morales, como otros mandatarios de la subregión, propició una reforma constitucional y se inscribe en la línea a de los presidentes sudamericanos considerados radicales.
Mientras, la corriente va cambiando. Salvando el caso de Uruguay, donde se eligió a un ex guerrillero tupamaro que ahora muestra una dosis de sensatez y equilibrio considerable, otros países ponen en marcha el péndulo: Chile, posiblemente Brasil, o incluso la inefable Venezuela del Coronel que tras una década de hegemonía política se somete a elecciones parlamentarias en los próximos meses y, aunque todavía no se vislumbran líderes opositores capaces de hacerle calor, tampoco se garantiza su andadura triunfal de antes.
Como suele ocurrir, de los comicios de Bolivia hay lecturas disímiles. Una es aquella que dice que la espada de Bolívar camina por América Latina y que el triunfo del Presidente y el Movimiento al Socialismo (MAS) se inscribe en esa huella incontrastable e indestructible. Habrá quien proclame que hay Evo para 300 años. Pero otros datos llaman la atención. Si en las elecciones de diciembre el Presidente consiguió una victoria contundente. Ya no pasó lo mismo el domingo anterior. Veamos: Primero hay que decir que se trataba de elecciones regionales, departamentales y municipales. Luego, cabe señalar que se aplicaron las normas de la nueva Constitución, que entró en vigor en febrero del 2009, donde el sesgo autonómico cobra importancia.
Evo gana en el departamento pero pierde la Municipalidad en La Paz, ciudad considerada como su bastión político y donde cobra fuerza la izquierda. Además, en la zona oriental (donde la corriente autonómica es notable) la oposición se mostró triunfadora. Siete de las 10 grandes ciudades le infringen una derrota al partido oficialista.
Las tres zonas de Santa Cruz, Tarija y Beni, que incluso alzaron proclamas autonomistas que el Gobierno tildó de separatistas, se decantaron por una abierta oposición al presidente Morales.
En El Alto, Oruro y La Paz los sectores obreros y populares (la izquierda tradicional) muestran descontento. Critican al capitalismo andino aliado con las transnacionales. Se evidencia una dislocación con el discurso que Evo exhibe de Bolivia para afuera.