El asesinato del periodista norteamericano James Foley, supuestamente en manos de un británico, puso en alerta a los países europeos. Foto: AFP
La decapitación del periodista estadounidense James Foley, supuestamente a manos de un británico perteneciente al grupo radical Estado Islámico (EI), prendió la alarma sobre el riesgo que representan los al menos 2.000 ciudadanos europeos que luchan en Siria e Irak junto a grupos yihadistas como Al Qaeda.
Desde principios de año, los gobiernos europeos intentan controlar, por ahora sin éxito, que algunos de sus jóvenes, hijos y nietos de inmigrantes musulmanes se unan a ese tipo de grupos terroristas.
El movimiento empezó con la rebelión siria para derrocar al dictador Bashar al Asad. A partir del 2011, jóvenes europeos viajaron a Siria, en su mayoría cruzando la frontera a través de Turquía, para unirse a los rebeldes.
Richard Barrett, experto en violencia extremista y antiguo diplomático y agente secreto británico, explicó a EL TIEMPO cómo funcionan estas redes y qué puede hacer Europa para controlarlas.
Barrett cree que para estos jóvenes es “bastante fácil viajar a Turquía y atravesar la frontera hacia Siria. Son casi 900 kilómetros y hay varios lugares donde las comunidades en ambos lados de la frontera están tradicionalmente muy unidas. También hay rutas de contrabandistas. Las autoridades turcas están cada vez más vigilantes, pero todavía es relativamente fácil. Otro método es intentar unirse a algún convoy humanitario. Además, hay redes de reclutamiento en Europa para los grupos en Siria y envían gente a través de rutas ya establecidas. Hace poco fue descubierta una red de reclutamiento en España y Marruecos”.
Abdel Majed Badel, el supuesto rapero británico de 23 años, que según fuentes gubernamentales citadas por The Sunday Times habría dejado Londres el año pasado y asesinado a Foley, sería un ejemplo más.
Las autoridades españolas identificaron como nacional a un yihadista que aparece en una foto tomada en Siria junto a cinco cabezas que él mismo habría cortado.
Otro español, Rachid Wahbi –taxista de 33 años– apareció en un video grabado en 2012 mientras se preparaba para suicidarse al volante de un camión cargado de explosivos que estrelló contra un cuartel de soldados del régimen sirio. Su viuda lo reconoció en el video que Al Qaeda colgó en internet.
Bashar Al Asad es un paria para Europa, pero su gobierno anunció a principios de año que había sido contactado por los servicios secretos de varios gobiernos europeos. Los países del Viejo Continente buscaban información sobre estos jóvenes europeos. Decenas, si no centenares, ya habrían muerto en combate, pero quedarían entre 2.000 y 3.000. Algunos se estarían pudriendo en las cárceles del régimen.
Tras una reunión de ministros europeos, Francia confirmó a principios de año que tenía pruebas de la muerte en Siria de al menos 21 jóvenes franceses. Bélgica cuenta 20 muertos.
Según una fuente del Consejo Europeo, muchos de estos jóvenes tienen un nulo valor militar, pero los grupos yihadistas los aceptan porque les sirven, como en el caso del asesino de Foley, como altavoz mediático. Lo que temen los gobiernos europeos es que también sean entrenados en el uso de armas y explosivos para que atenten en Europa una vez estén de regreso.
Gilles de Kerchove, coordinador antiterrorista de la UE, aseguró hace unos meses –después de una reunión de ministros de Interior– que sería muy difícil controlarlos a todos cuando regresen y que sus servicios detectan una cada vez mayor actividad de proselitismo en redes sociales y páginas web de filiales islamistas.
Videos como el del asesinato de Foley servirían no solo para presionar a los gobiernos occidentales, sino también como propaganda para enrolar a cada vez más militantes.