Cuando la crisis de la deuda externa estalló en América Latina en 1982, de inmediato se iniciaron negociaciones entre los países deudores y los bancos acreedores. Los bancos se organizaron en los llamados Comités de Gestión, y los países tuvieron que arreglar sus problemas de manera bilateral. Entró el FMI a proporcionar ayuda financiera a los países en crisis a cambio de la aplicación de severas medidas de ajuste económico. El costo de la deuda se repartía de manera asimétrica. Los bancos privados internacionales cobraban sus acreencias a costa del sacrificio de miles de ciudadanos que sentían el ajuste. Las tasas de interés de dos dígitos que prevalecían en aquella época debido a la política monetaria implantada por la Reserva Federal para enfriar la economía y controlar la inflación pasaban la factura a los países de la región. A pesar que los niveles de deuda eran insostenibles y el crecimiento del servicio de la deuda mayor que el crecimiento económico, los organismos internacionales mantenían que el problema era de liquidez y no de solvencia. El tiempo se encargó de demostrar lo equivocado del análisis. El resultado de una mala decisión, costó a la región perder una década. Ya cansados de reprogramar una y otra vez las deudas y sin visos de solución, se creó un mecanismo de largo plazo convirtiendo las deudas bancarias en bonos soberanos. En 1995, el Ecuador convirtió su deuda bancaria en Bonos, y en 1999, cayó en mora como consecuencia de la crisis de los años 1998-1999. Como resultado de la reestructuración de la deuda en el 2000, y la recompra en el año 2008, donde se lograron importantes descuentos en el principal, en la actualidad el monto de la deuda externa del Ecuador se ubica en niveles manejables. Esta historia la traigo debido a lo que está pasando en ciertos países de Europa, sometidos a severos programas de ajuste, y a rescates financieros, que finalmente no tendrán ningún resultado positivo. A la par con los programas multimillonarios de rescate, el Banco Central Europeo está emitiendo dinero para comprar bonos de los países en problemas para sustentar sus precios, y tiene abierta una ventanilla de liquidez para apoyar a los bancos en problemas. Esa no es la solución. Para normalizar la situación, la opción es reconocer el sobreendeudamiento y reestructurar las deudas con importantes descuentos para que su monto sea manejable. Ante un posible rebrote inflacionario, las tasas de interés subirán y en ese momento se hará evidente que el nivel de endeudamiento en ciertos países es económicamente inmanejable y socialmente intolerable. En Europa, tal como pasó en América Latina años atrás, el problema de fondo no es de liquidez sino de solvencia.