El montaje de 1989 presentó un escenario desnudo, solamente algunos objetos claves fueron necesarios. La fuerza del texto y del tema quedó a merced del arte del actor, de plantear las emociones como un hecho vital.
Por su parte, la puesta en escena actual, bajo la dirección de Antonio Ordóñez, optó por una escenografía sugerente y multifuncional: una gran estructura de andamios y escaleras, que juega con dos niveles, que hacen referencia a las relaciones de poder que se establecen entre los personajes.
La obra se inicia con un primer acto bastante largo, acentuado por la reiteración en las entradas y salidas de los personajes (siempre por el mismo lugar), amplios momentos de silencio y la inacción de quienes no tienen parlamentos.
Sin embargo, el ritmo aumenta con las acciones que toman lugar y que desatan el conflicto, como las alucinaciones de las jovencitas, las acusaciones a los vecinos de la comunidad y el juicio ante el tribunal.
Existen irregularidades en la actuación, aspecto que podría deberse a la diferencia generacional y de escuelas entre los miembros del elenco. Algunos rompen las atmósferas con un tono impostado y falso, mientras otros utilizan gestos y una corporalidad farsesca, que no corresponde a la línea de la obra e incluso llegan a caricaturizar al personaje y elevar risas desde el público.
Del montaje de 1989 se mantienen Cristina Rodas y José Ignacio Donoso. El resto del elenco se completa con Ovidio González, Manuel Calisto, Alex Cisneros, Aurora Feliu y jóvenes actrices de Arte n3.
El estado creativo interior y las emociones llegan a mostrarse solamente en breves momentos, como resultado de la identificación de la sensibilidad del intérprete con la situación planteada en escena. Ejemplo de ello es la escena que representa la despedida de Jhon Proctor y su esposa.
La temporada en El Teatro del CCI se extiende durante febrero, en funciones de viernes y sábado, a las 20:00, y domingo, a las 18:00. El costo de las entradas es de USD 20, 15 y 10.