Eric Samson: 'El rumor era una palabra sucia'

El periodista Eric Samson sonríe en las escalinatas que conducen a su oficina, en el edificio Miguel de Santiago de la Universidad San Francisco de Quito, en Cumbayá. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

El periodista Eric Samson sonríe en las escalinatas que conducen a su oficina, en el edificio Miguel de Santiago de la Universidad San Francisco de Quito, en Cumbayá. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

El periodista Eric Samson sonríe en las escalinatas que conducen a su oficina, en el edificio Miguel de Santiago de la Universidad San Francisco de Quito, en Cumbayá. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

El rumor es un virus que nació cuando la humanidad inventó las organizaciones y, una vez desatado, puede ser devastador, incluso mortal. Lo prueba, por ejemplo, María Antonieta, la reina de Francia que colmó la paciencia del hambriento pueblo que pedía pan, ante lo cual Su Majestad respondió: “que coman pasteles”.

Bueno, en realidad se dijo que eso salió de su boca y no fue así. La frase exacta fue: “Si no tienen pan, que les den el hojaldre en lugar del paté” y la pronunció la anterior reina, María Teresa.

María Antonieta fue más odiada de lo que ya era por culpa de ese rumor. Cuando se desató la Revolución Francesa la reina perdió la cabeza.

Ahora los que pierden la cabeza, de forma más bien metafórica, son las víctimas de los rumores de la era digital, amplificados a dimensiones y velocidades nunca antes vistas gracias a las redes sociales. Lo vimos en la última campaña presidencial de Estados Unidos y lo veremos (¡ya lo hacemos!) en la campaña presidencial de Ecuador.

Acudimos al periodista francés Eric Samson para tratar las aristas del rumor global, pandemia el siglo digital.

En esta era de supuesto acceso a la información, en que los datos debieran ser más fáciles de obtener, ¿por qué el rumor tiene su vigoroso espacio ?

Hace 20 años nadie me hubiera preguntado esto, en el sentido de que era totalmente claro de que el rumor era impublicable en los medios de comunicación masiva. El debate se hubiera detenido aquí, diciendo que solo se publica información verificada y que responda a los criterios deontológicos de los medios. Ahora hay un cambio, las redes en efecto ayudan a que el rumor circule; pero también hay que recordar que los rumores, a veces, son ciertos, son la punta del ovillo para llegar a una verdad. Solo que el periodista debe realizar un proceso profesional para pasar del rumor a los datos verdaderos.

¿Qué tanto influye el auge de las redes y la Internet?

Una realidad actual es que los millennials se informan ya no en los medios tradicionales sino en la redes, y hay que entender sus lógicas. Ahora tenemos fenómenos como el armar sitios especializados en rumores y falsas noticias. Eso da cuenta del cambio de paradigma que está atravesando la profesión del periodista. Un ejemplo está en Veles (Macedonia), ciudad de 55 000 habitantes, cuyos jóvenes montaron más de 140 páginas web sobre “política estadounidense”, más bien rumores para apoyar a Donald Trump. En realidad eran plagios de las páginas pro-Trump de Estados Unidos, y lo reconocían abiertamente.

Antes dijo que el rumor también puede ser el inicio de algo...

Sí. Por eso, hay algunos esfuerzos que afrontan el fenómeno del rumor. Un caso es el de Emergent.info, un rastreador de rumores en tiempo real creado por el Tow Center for Digital Journalism, de la Universidad de Columbia. Ellos detectan los rumores virales, los procesan e informan al público si eran verdaderos o cuál era su grado de verdad. También aclaran cuáles son falsos y cuáles no han sido verificados, que siguen como rumor.

O sea que no podemos desechar un rumor, al menos quienes ejercen labores en la comunicación...

Es el sentido común. “Cuando el río suena, piedras trae”. Sobre todo cuando el público carece de un fácil acceso a la información, al documento oficial. Eso da vida al rumor y en Ecuador hay varios ejemplos de que rumores que están ahí, circulando, a la espera de que la autoridad otorgue la información oficial. Ahora, publicar el rumor solamente no es aceptable. El periodista debe interesarse en el rumor para procesarlo, incluso para desestimarlo en el camino. Un ejemplo clásico es el de Nellie Bly, una de las primeras estadounidenses en dedicarse al periodismo y que, tras escuchar rumores sobre maltrato en un manicomio de Nueva York (1887), decidió fingir locura y pasó 10 días interna para comprobar el alcance de las diversas versiones.

En otras palabras, es imposible permanecer indiferente ante un rumor si la pretensión final es llegar a la verdad.

Cuando un periodista realiza un ‘fact checking’ del rumor, ya lo está procesando. Yo me formé en una época en que el rumor era una palabra sucia, una herramienta indigna de un periodista. Esa época ya pasó. En la última campaña de Estados Unidos se realizaron muchos ‘fact checkings’, sin resultados. Algunos investigadores piensan que ahora vivimos en una época ‘post-fact’, es decir posthechos, que ya no interesan. No estoy totalmente de acuerdo, yo creo que las labores de verificación de hechos sí tienen algún impacto, aunque no sea el que quisiéramos. Pero todavía algunos políticos son sensibles cuando se les anuncia que sus declaraciones van a ser chequeadas y contrastadas con la realidad.

El rumor parece haberse adaptado camaleónicamente a la era digital y, por ejemplo, los memes o herramientas como GIF dan cuerpo y hasta gracia a un chisme, lo hacen más ­atractivo todavía. ¿Esto deja más indefensa a la sociedad ante el rumor?

Yo creo que la misma sociedad puede reaccionar. Veo la necesidad de ahondar en una cultura de análisis de mensajes, que debe empezar desde la educación básica para que el público entienda cómo se construye un mensaje, la publicidad y la propaganda. Es realmente urgente que se desarrollen esos cursos para toda clase de gente, para evitar que el público sea ingenuo y se trague cualquier rumor. El resultado de las elecciones en Estados Unidos demuestra que hubo mucha ingenuidad. Hay formas de identificar noticias falsas, de chequear, y son accesibles a todos.

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