Luis Verdesoto: ‘El diálogo, en política, es más que actos voluntarios’

Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO.

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Entrevista a Luis Verdesoto, analista político. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO.

¿Cuál es la evaluación de la gestión política del presidente Moreno en un año?


El tema central de la gestión es la transición con situaciones forzadas por la realidad política, que ha dado lugar a cambios representativos. Es evidente en este momento que la situación política con la apertura, las libertades y el diálogo son incomparables con las que había hace un año. Pero cada vez que hay mayor apertura se abre un mayor déficit democrático que se debe suplir y, por eso, este es un Gobierno condenado a cumplir más expectativas de las que ellos mismos se imaginaron.

En este tiempo el Gobierno ha agotado el diálogo con todos los sectores, ¿qué le ha significado eso?

El Gobierno ha llevado una buena definición formal de lo que es el diálogo pero un muy mal diálogo, en el sentido de que solo hay buenas voluntades. El diálogo, en política, no puede ser solamente actos voluntarios para complacer la demanda de ser escuchado. Tiene que ser construido y se debe llegar a acuerdos para lograr metas, que al final del proceso serán evaluadas.

¿Cuál debería ser el siguiente paso?

La concertación es un proceso que no se puede dejar de hacer a lo largo de toda la gestión. Se deben buscar momentos para llegar a las metas propuestas en política, economía y temas sociales. Entonces, el diálogo no puede suspenderse en ningún momento.

Otro de los ejes del Gobierno ha sido la reinstitucionalización, ¿hasta dónde se ha podido llegar?

Hay avances importantes. Me gustó mucho escuchar al presidente (Lenín Moreno) plantear el tema de institucionalidad porque eso deja ver que tiene todavía una perspectiva de aproximarse a un proceso de transición. Sin embargo, en el proceso de la reforma institucional todavía queda mucho pendiente.

El Gobierno ha entregado esta tarea al Consejo de Participación transitorio, ¿ese papel es adecuado o es muy pasivo?

El Gobierno tiene una estrategia con un lado positivo y otro negativo. El positivo es permitir a las instituciones que funcionen. Por ejemplo, es evidente el respeto que tiene el Presidente por la Función Judicial. Y el negativo es que se requiere la activa participación en la corrupción. El Ejecutivo tiene que ser proactivo porque los hechos centrales de corrupción ocurrieron en esa Función. Se ha hecho algo en petróleo, pero no es suficiente.

¿Qué giro se debe dar a la lucha contra la corrupción -en el segundo año del Gobierno- para que se logre recuperar los recursos y bienes robados?

Recuperar estos recursos es, tal como dice el presidente: no te van a decir dónde están, hay que descubrirlo. Y eso implica actividades de la Fiscalía, para lo cual es importante que Ecuador tenga un muy buen Fiscal. Al momento hay uno muy bueno de transición y hay muy buenos actores que pueden tener esa función pero debe comprometerse a hacer una investigación a fondo.

¿Cuáles son los escenarios políticos del Gobierno que se perfilan para su segundo año de gestión?

Son muy complejos porque la agenda ecuatoriana es muy compleja. Primero, está un tema económico. Vamos a ver qué traen las reformas, que es una ley de invitación al sector privado, que es uno de los pilares que tiene el país. Además se debe afrontar un nuevo gasto militar y se debe buscar la manera inteligente de cubrirlo. Lo mismo ocurre con la inversión pública. Por ejemplo, qué destino se va a dar a una sobreproducción energética de las hidroeléctricas. La seguridad también debe ser central porque Ecuador debe dejar de ser un país rentable para el narcotráfico.

¿Cree que incidan en las acciones y decisiones del Gobierno las elecciones seccionales que se realizarán en marzo del 2019?

El peor error que puede cometer el Gobierno es asumir que todavía tiene que tener un enfrentamiento cara a cara con el correísmo. Si aborda las elecciones locales con esa perspectiva, de seguir con su pelea de esquina entre los escombros, va a perder la capacidad de dirigir al país. Lo que tiene que hacer es recuperar la capacidad de ser agente de acuerdos nacionales.

¿Qué papel debería jugar Moreno en ese proceso, teniendo en cuenta que es el presidente de AP, pero que ha generado cercanía con varios otros sectores?

Hay dos formas de jugar en un proceso electoral. Convertirte en un actor de la particularidad o convertirte en un actor de la generalidad. Si quieren estar en la particularidad vayan y sigan en la pelea entre escombros y ahí corren el riesgo de perder la posibilidad de reconstruir el sistema electoral del Ecuador, por ganar unas cuantas candidaturas. En Quito, Guayaquil y Cuenca yo veo muy difícil que el Gobierno pueda meterse con una condición unipartidaria, lo mejor sería cobijar a todo el enfrentamiento electoral y así ganarán ellos en la perspectiva de ser un buen Gobierno de transición.

¿Cómo evalúa el papel de la primera dama, Rocío González, en el tema social y qué repercusiones podría traer en lo político?

El Presidente puede tener la relación más cercana que él considere con su esposa. Yo creo que lo terrible puede ser que se trate de trasladar y de creer que hay una posibilidad de herencia y de traslado político porque de eso América Latina ya está muy cansada, por casos como los de Argentina o el de Nicaragua.

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