La Policía detuvo a tres personas por su presunta participación en el robo a una farmacia. Foto: Policía
“¡Abajo todos! Esto es un asalto”. Así comenzó la peor noche en la vida de cuatro empleados de una farmacia ubicada en la av. República y Diego de Almagro, en el norte de Quito.
Los trabajadores estaban a punto de cerrar el establecimiento cuando de pronto ingresaron tres hombres, dos de ellos armados, y les amenazaron de muerte. Fueron palabras difíciles de olvidar: “Si te mueves te mato”, “No me veas o te rompo la cabeza” “Dame el dinero o te disparo”… Incluso un trabajador fue pateado por uno de los desconocidos mientras los demás abrían las cajas registradoras para sustraerse USD 600 aproximadamente, fruto de la venta del jueves 18 de agosto del 2016.
Pero lo que parecía un robo ya consumado se frustró el momento que dos policías del grupo motorizado se percataron desde la calle que en el interior de la farmacia ocurría un “asalto a mano armada”.
“¡Mierda la Policía!”, escucharon los empleados de parte de uno de los hombres armados. En ese momento, y sin saber qué hacer, una cajera presionó el botón de pánico.
Los motorizados, que se encontraban afuera de la farmacia, ya habían solicitado refuerzos por radio y en ese momento ordenaron a los delincuentes que se rindieran.
La reacción de los tres sospechosos fue primero esconder el dinero entre las perchas de productos; otro intentó huir del lugar, pero un policía se lo impidió y en cuestión de segundos estuvieron frente a frente: policía y sospechoso.
El desconocido levantó el arma y apuntó a la cabeza del uniformado. Tiró dos veces del gatillo, pero ninguna bala salió del revólver calibre 38. El agente reaccionó segundos después y logró tumbar y ponerlo contra el suelo al hombre.
Mientras, el segundo sospechoso que iba armado se escabullía por la puerta trasera del local, un policía ya lo esperaba afuera y la escena se repitió. De nuevo, el uniformado y el armado estaban de frente, este último no dudó en activar el revólver; tampoco salieron las balas, calibre 22.
Minutos después, la farmacia se llenó de policías, quienes sacaron a los empleados y les pidieron que se calmaran.
Un tercer sospechoso también fue aprehendido y 200 metros más delante de la farmacia fue interceptado un vehículo concho de vino, conducido por un cuarto integrante de la supuesta banda.
En la audiencia de flagrancia, que se realizó la noche de este 19 de agosto del 2016 contra los cuatro detenidos, el fiscal de turno, Juan Tenesaca, presentó como evidencias las dos armas de fuego que fueron halladas en el local, el dinero, el parte policial y los testimonios de los empleados.
Él explicó que el primer revólver estaba cargado con seis balas, pero que debido a que un pestillo estaba defectuoso el disparo no salió. En cambio, en la segunda arma, lo que ocurrió fue algo más que suerte. El revólver calibre 22 tenía tres balas en su interior y cuando el hombre tiró del gatillo, el tambor cayó justo en una recámara vacía. Así fue cómo se libró quizá de morir uno de los uniformados que frustraron el robo.
Tres de los cuatro detenidos no quisieron hablar ante el juez, pero el conductor del vehículo en el que supuestamente se bajaron los sospechosos para luego ingresar a la tienda, defendió su inocencia.
“Estuve en el momento equivocado. Yo soy un taxista informal, ese momento me quedé mirando el asalto y cuando uno de ellos salió con la pistola e iba a disparar al policía decidí huir por mi vida”, dijo. Sus argumentos no fueron suficientes para convencer al juez, quien al final ordenó la prisión preventiva de todos y procesarlos por el delito de robo con violencia, que de comprobarse se sanciona entre cinco y nueve años de cárcel.