Redacción Sociedad
La pesada puerta metálica que separa la sala de espera y el área de emergencias en el hospital Baca Ortiz (Quito) permanece cerrada. Solo el papá o la mamá del niño internado pueden cruzarla. El guardia, que vestido de negro vigila el paso, indica que únicamente necesitan un familiar, porque “adentro no hay dónde poner un pie”.
Es martes 15 y a las 21:00 el servicio de emergencias ya registra 50 niños enfermos. Los que no pudieron ingresar a las habitaciones permanecen en las cunas ubicadas en los estrechos pasillos.
Afuera otras 30 personas esperan el momento para que chequeen a sus hijos. A las 21:15 Julia Paredes llega con su niño de 3 años y apenas logra el turno A63.
A pesar de que el pequeño Pedro tiene fiebre, el guardia impide el paso: “Señora, por favor, tiene que esperar. Ya mismo le llamamos”. Adentro, solo está un médico, quien debe atender hasta 100 pacientes que llegan cada noche.
Ese inconveniente se repite en los tres hospitales más que el Estado maneja en Quito: Enrique Garcés, Pablo Arturo Suárez y Eugenio Espejo.
Las áreas de emergencias de estos centros asistenciales les caracteriza cuatro problemas: falta de personal, de medicamentos, limitación en el número de camas y una infraestructura saturada.
Información oficial del Ministerio de Salud señala que solo entre enero y agosto de este año se han invertido USD 93,7 millones en obras a escala nacional.
Sin embargo, la directora del Baca Ortiz, Alexandra Rosero, reconoce que allí se trabaja con una infraestructura levantada hace 25 años. Emergencias de ese centro apenas cuenta con capacidad física para 28 pacientes, pero siempre tiene una sobredemanda de hasta el 15%.
A eso de las 21:45, la puerta de emergencias del Baca Ortiz vuelve a abrirse. Desde el fondo sale Paola Padilla y lo hace luego de pasar cerca de 12 horas adentro. “Esto es terrible, yo llegué a las 10:00 y casi son las 22:00. Señores dónde está ese buen servicio del que hablan…”, señala molesta esta madre de 25 años.
Este Diario buscó una versión al respecto de la directora de Salud de Pichincha, Bernarda Salas. La funcionaria pidió que los directores de los hospitales sean quienes “den la cara”.
Alexandra Rosero advierte que la saturación se produce porque “en estas fechas los médicos residentes renuncian para participar en concursos o porque se van a otros hospitales”.
En el hospital Enrique Garcés, ubicado en el sur de la capital, las cosas no cambian. Cerca de las 23:00 las 30 camas de emergencia están repletas. Una ambulancia del 911 ingresa con las sirenas encendidas. Adentro está Carolina, una niña de 12 años, con convulsiones. Al tratar de internarla, el guardia explica al paramédico que no hay espacio. Comienza la comunicación a través de radio. En el Baca Ortiz tampoco hay lugar para atenderla y en el Eugenio Espejo la respuesta es similar. Las sirenas se prenden y el auto arranca rumbo a una clínica privada.
Afuera de este centro hospitalario, Jaime Tutillo se abriga con un tabaco. Está allí desde las 14:00 por su sobrino que sufrió un accidente de tránsito. En ocho horas de permanecer allí ha gastado USD 80. “Me han mandado a comprar de todo. Solo en antibióticos gasté USD 20”.
Eso ocurre, pese a que el director de este centro, Marco Ochoa, asegura que únicamente en fármacos han invertido USD 2 400 000 durante 2009.
El funcionario aclara que en este hospital se “da la mejor atención a todos los usuarios”. El área de emergencias d es nuevo, luce salas amplias con baldosas limpias e iluminación intensa, pero en las noches solo trabajan dos médicos tratantes y un residente.
Ochoa reconoce que son insuficientes. “Pero cuando tengamos las nuevas áreas contaremos con más personal”.
Marlene Camacho tiene 21 años y espera su primer hijo. La noche del martes 15, a sus ocho meses de gestación presentaba dolores crónicos y acudió hasta el Enrique Garcés.
En emergencias fue atendida de inmediato, pero cuando necesitaba una ecografía dijeron que allí no existe ese servicio. Con contracciones constantes y el rostro cubierto de sudor salió al patio. Al pedir que la ambulancia de placas PEO-209 la traslade a un centro privado para hacerse la prueba, los guardias manifestaron que el conductor se encontraba en el comedor y que salía en media hora. No esperó más, tomó un taxi y se fue…
La ampliación del área, en proyecto
El área de emergencias del hospital Pablo Arturo Suárez siempre está repleta. El espacio físico fue readecuado hace cuatro años por el desaparecido Proyecto de Modernización de Salud (Modersa).
En 2005 se entregaron las obras y allí se dijo que se invirtieron USD 2,7 millones.
Ahora, el director de esta casa de salud, Andrés Corral, señala que se necesita un espacio físico más grande y que en enero comienzan los estudios.
Mario Pancho es el jefe de emergencias. Él sostiene que cuando existe saturación se da prioridad a aquellas personas complicadas, “que están entre la vida y la muerte”. “Los que no están de acuerdo con eso son las personas ambulatorias, es decir, los que tienen menos complicaciones. La gente no entiende eso y van insultándonos”.
El médico reconoce que allí los pacientes todavía deben adquirir antibióticos que cuestan hasta USD 20 o anticoagulantes de un similar valor. Lo mismo sucede en el Eugenio Espejo.
Este hospital, considerado uno de los más grandes del país, trabaja con un nuevo servicio de emergencias.
No obstante, tiene el mismo problema: falta de médicos. Los pacientes advierten que para ser atendidos incluso deben comprar medicamentos.
Según el jefe de la casa de salud, Álex Camacho, allí todo es gratuito, aunque reconoce problemas que -señala- ya no competen a ellos. “Hemos tenido dificultades en el sistema de compras públicas, especialmente en insumos. En la última adquisición para el cuatrimestre, 110 clases de insumos se declararon desiertos y no se adjudicaron”.
Camacho reconoce además que para el área crítica, el medicamento noradrenalina todavía tienen que comprarlo los usuarios.
Punto de vista
Henry Ochoa / Coord. Gestión de riesgos en emergencias
Hace falta más hospitales
En Quito, el servicio de atención hospitalaria creció con la inserción de 20 ambulancias más por parte del Cuerpo de Bomberos. Sin embargo, las salas de recepción de pacientes, es decir, los servicios de emergencia de los hospitales públicos no han crecido en la misma proporción.
Nuestros hospitales fácilmente se saturan. Hay que tomar en cuenta que esto ya no sucede solamente los viernes o los sábados como pasaba hasta hace cinco años. Ahora también ocurre el lunes, martes o miércoles. Siempre están llenos y hay gran cantidad de pacientes. La población quiteña ha crecido. Vemos que el norte de la ciudad va más allá de Carapungo o Carcelén y llega a Marianitas y a otras poblaciones alejadas. Igual pasa en el sur de Quito. Lo importante sería que en esos lugares se levanten nuevos hospitales públicos con servicios de emergencias adecuados.