No pudo haber un mejor escenario para la declaratoria de emergencia del sistema integrado metropolitano de Quito: la terminal y los talleres del Sistema Trolebús, en el sector de El Recreo, sur de Quito, el pasado lunes.
Ahí, Mauricio Rodas no tuvo más que recorrer el sitio donde están los troles y los articulados sin uso, que operan en el trolebús, ecovía y corredores oriental y occidental. Incluso subió a una unidad cuyo interior era una bodega de piezas mecánicas.
Mediáticamente, la emergencia estaba justificada. Cuando dio detalles de las unidades paradas, del tiempo que estaban sin utilización, del tipo de daños y del estado de la infraestructura como andenes y los propios corredores, la emergencia quedó más que justificada.
Para los vecinos que viven en los alrededores de la terminal, en el lado de la avenida José Peralta, no era novedad esta situación. Simplemente ya era parte del paisaje aquel lote de vehículos que no se movían “nunca”. Estaban ahí todos los días, desde hace algunos años.
El Alcalde dijo que son 58 y que, incluso hay algunas unidades que ya cumplieron cuatro años de estar paradas.
Hizo otra revelación: que algunos daños no van más allá de las llantas. Ya el Observatorio de Movilidad Ciudadana pidió la declaratoria del trolebús, a principios de junio. Ante esto, los responsables de transporte de la anterior administración defendieron lo que se ha hecho. Incluso señalaron que las 10 acciones contempladas en la emergencia eran parte de un plan que fue elaborado por ellos.
Se entiende: ninguno de los responsables de esta ni de las otras administraciones dirá “fuimos ineficientes”.
Está claro que movilidad y transporte son temas difíciles y de largo aliento. De igual forma se entiende que la emergencia es un primer paso, una primera marcha y que queda mucho por andar. Bajo esta óptica, la ruta debe ponerla esta administración. Ese fue un ofrecimiento. El cronómetro está en marcha.