El comerciante cuencano Wilson Guevara nunca deja de tener los sábados USD 5 en monedas de baja denominación. Esa cantidad reparte entre los más de 50 adultos mayores de escasos recursos económicos, que ingresan ese día a su almacén de celulares, ubicado en el centro de Cuenca.
Estas personas llegan, principalmente, de las zonas rurales y recorren el Centro Histórico de la ciudad. Pasan casi desapercibidos porque no se sientan en una esquina con un pozuelo para recibir alguna moneda sino que visitan los almacenes, peluquerías, restaurantes y otros negocios.
Caminan lento y, por lo general, llevan una funda en sus manos. Allí, guardan pan u otros alimentos que les regalan, en lugar de las monedas. “No hace falta conocer las penurias de cada persona, lo importante es ayudarles”, dice Guevara.
Para él, estos adultos mayores necesitan una ayuda económica para su alimentación y medicinas porque algunos viven solos. “No es gente que está todos los días en el portal de una iglesia pidiendo dinero sino que se sacrifica porque realmente necesita el dinero”.
Por los constantes dolores en su espalda, Rosario Villa, de 79 años, camina lento y su cabeza siempre está agachada. Ella vive en la parroquia El Valle y desde hace 5 años, casi nunca deja de recorrer el centro de Cuenca los sábados.
Lo hace pese a que debe tomar dos buses para llegar al centro de la urbe.
No se reniega ni reprocha si solo recolecta menos de USD 5 cada sábado. Por el contrario es optimista y vive agradecida de los dueños de los negocios. “Nadie tiene obligación de darnos una moneda, pero lo hacen con buena voluntad”, dice mientras agradece y sonríe a Guevara.
En recompensa ellos piden bendiciones para que haya más ventas, señala Guevara.
Para el dueño de una boutique, José Narváez, es una satisfacción verlos salir con una moneda. “Casi ni se fijan, la toman y la guardan”.
A su establecimiento llega semanalmente María Illescas, de 87 años, quien tiene deficiencias auditivas. En el día vive sola en la parroquia El Valle y en la noche llegan sus tres nietos y su hija que trabaja como costurera. “Ella tiene sus propios problemas y como madre soltera no le avanza el dinero”.
Illescas cuenta que para no ser una carga para su familia recibe monedas los sábados. “No es mucho (USD 3 o 4), eso me alcanza para el pan, sal, arroz…”.
Según la Encuesta Nacional de Empleo y Desempleo (diciembre pasado), Cuenca tiene el índice más bajo de pobreza con el 4,99% y Guayaquil el más alto con el 16,66%. Esas personas viven con USD 2,60 al día.
Pero María Velecela, de 69 años, calcula que se mantiene con USD 1 diario. “Cuando hay se come algo y cuando no se debe esperar que la suerte mejore”. Ella tiene dolores de espalda, brazos y piernas.
Para redondear la limosna que recibe los sábados (no supera los USD 5), ella aprovecha los almuerzos gratis que ofrece la Posada de San Francisco.
Allí, desde hace 25 años la Fundación Jardín del Cajas entrega almuerzos a 200 personas de la tercera edad. Unos trabajan como cargadores en el mercado 10 de Agosto y otros solo llegan los sábados.
El voluntario Juan Pablo Dávila, dice que siempre dan alimentos líquidos para que tengan facilidad para comer, porque la mayoría no tiene su dentadura completa.
Guevara, en ocasiones, también les entrega pan. Su objetivo es que lo guarden y lo coman entre semana cuando están solos en sus viviendas.
En contexto
Las personas de la tercera edad recorren el Centro Histórico de la capital azuaya en busca de una limosna. Lo particular es que lo realizan solo los sábados. Agradecen con oraciones para los benefactores. Los propietarios guardan dinero para dar la caridad sin reparos.
Punto de vista
Fernando Carvajal, Sociólogo cuencano
‘Además de dinero quieren disfrutar’
¿Qué significa para el cuencano dar una limosna los sábados?
El azuayo es solidario y es una forma de agradecer a Dios poder tener un trabajo o negocio. Para los comerciantes es una costumbre porque esas personas solo aparecen los sábados. Hay que entender que este tema está vinculado a la pobreza y el abandono que viven estas personas de la tercera edad, la mayoría debido a la migración.
En el mejor de los casos, ellos reúnen unos USD 5, ¿vale ese esfuerzo?
Si bien necesitan el dinero también quieren salir, distraerse, rodearse de gente… Recibir un saludo con alegría les hace más feliz que un centavo. Por eso, las autoridades municipales deberían trabajar en una política que incluya espacios de recreación para esas personas.
¿Una política direccionada?
No es un problema general sino direccionado a la pobreza y soledad. Ellos viven una situación compleja porque están solos, mal anímicamente y se sienten desprotegidos.
María Augusta Espín, Socióloga y profesora de la U. Central /Quito
‘La caridad causa dependencia’
En Cuenca subsiste la tradición de dar limosna. ¿Por qué?
Las concepciones de beneficencia plantean como deber dar algo a quien menos tiene, en una sociedad católica. Esto hace que, de cierta forma, se ‘compre’ paz de conciencia. Si das una ayuda esporádica o periódica, sientes alivio y te deslindas de otros aportes. En ese sentido, veo a estas acciones más negativas que positivas.
¿Por qué son prácticas negativas?
Porque causan dependencia. La persona sabe que tiene eso asegurado y que solo necesita golpear la puerta. Es una forma de facilismo.
¿Cuál sería la alternativa?
Hacer programas como, por ejemplo, comidas populares, y esas personas ayuden a cocinar. La idea es involucrar a la gente a la que se le da todo gratis, para que aprenda a valorar.
¿Es igual si son adultos mayores?
Vivimos en una sociedad en la que se considera que las personas de la tercera edad ya no sirven o no contribuyen en nada. Así sentirían que son parte de lo social y que son útiles.