El agua que cae del cielo en Tucto, La Paz y Chico Ludo, parroquias del cantón azuayo Sígsig, no se desperdicia. Teresa Quituisaca, de 27 años, y otras 14 mujeres del grupo Unión y Amistad de La Paz la utilizan para el consumo en los hogares y para cultivar.
Quituisaca acomodó tres tarros para recolectar el agua lluvia. Están ubicados bajo unos tubos que recogen el líquido que cae sobre el techo de la casa cuando llueve.
fakeFCKRemove“Esa agua la hiervo y la utilizo para cocinar y para aplacar la sed”, asegura la campesina. Esa costumbre la tiene desde inicios del 2005. Una vez que solucionó el problema del desabastecimiento en el hogar, se propuso encontrar una estrategia para regar los cultivos de maíz y papas.
“Esos productos se perdían porque no hay un río cercano”, recuerda Quituisaca.
La solución fue construir reservorios a cielo abierto para recoger el agua lluvia. Uno es comunitario y lo utilizan cinco familias para regar sus cultivos. Otros 15 son de propiedad de igual número de familias. En total, 20 de los 70 hogares que hay en las tres poblaciones se abastecen de esa manera.
Las paredes de los reservorios fueron cubiertas con una geomembrana (una lámina impermeable, elaborada con resinas plásticas que impide que el líquido se filtre a la tierra).
La profundidad de los reservorios depende de las posibilidades económicas de los usuarios. El de Quituisaca tiene 7 m de largo por 6 m de ancho y 3 m de profundidad. Allí se pueden almacenar hasta 200 m³ de agua.
Ella tiene 1 hectárea de terreno, donde están su casa y sus sembríos de hortalizas y plantas medicinales. En medio de los cultivos hay unos aspersores que irrigan el agua del reservorio.
Este año no ha sido bueno. La prolongada sequía tiene casi vacíos esos reservorios. El agua que almacenó Quituisaca durante el invierno está por acabarse. “Si no llueve en el transcurso de los próximos dos meses, ya no tendré con qué regar mis cultivos”.
La última lluvia fuerte que cayó en la zona fue a finales del año pasado. Balvina Sánchez, de 34 años, recolecta el agua en un pozo ubicado en su propiedad. Tiene reserva para dos meses.
A Sánchez le preocupa la sequía que se registra este año en esa zona. “Hace un mes hubo una lluvia fuerte, pero fue con granizo. Solo sirvió para que el nivel suba unos pocos centímetros”.
Ella también compra las cosechas de sus compañeras del grupo Unión y Amistad de La Paz y los vende los sábados en la Bioferia de hortalizas de Cuenca. “Si no llueve perderemos esos ingresos”.
Por ello, desde hace un mes estas mujeres buscan otra opción. Caminaron por la montaña durante ocho horas (ida y vuelta) hasta encontrar un río cercano para traer el agua a los lotes.
El más cercano fue el Minas, a unos 20 kilómetros de distancia de sus comunidades. María Angélica Quituisaca, de 30 años, sabe que construir una estructura para llevar el líquido desde ese lugar sería muy costoso. “Apenas tenemos para comer”.