La salida de niños y adolescentes para trabajar en países sudamericanos, con el consentimiento de sus padres, no se ha erradicado en Colta, Guamote y Riobamba. Así lo afirman la Policía, la Fundación Amauta y los técnicos de instituciones estatales. Gino Erazo, jefe de la Dirección Nacional de la Policía Especializada de Niños y Niñas y Adolescentes (Dinapen), en Chimborazo, dice que las cifras sobre niños afectados no son reales.
Y, pese a que se asegura de que este problema se redujo a través de las campañas en marcha, estas no son suficientes. “No todos los casos de los niños se denuncian”.
Según una investigación de la Dinapen y del Instituto de la Niñez y la Familia (Infa), en los últimos dos años se detectaron en Chimborazo tres casos de trata de menores relacionados con la explotación laboral.
Sin embargo, Carlos Martínez, director de la Fundación Amauta que trabaja con los menores, dice que entre el 2009 y 2012 se reportaron 39 casos. Pero solo tres siguen el proceso en la Fiscalía.
Dice que los padres desisten de continuar los procesos judiciales por temor a que sean juzgados o porque los tratantes arreglan económicamente con las familias. También por las amenazas.
Hay un hecho que preocupa a los investigadores: en las notarías se siguen legalizando las actas de mutuo acuerdo que permiten a los padres autorizar el viaje al exterior de sus hijos ‘por vacaciones’ hasta por 30 días con sus ‘padrinos’. Este Diario preguntó a un Notario de Colta sobre este aspecto y él contestó: “Nosotros solo firmamos los documentos, los padres deberían ser más responsables por lo que hacen con sus hijos. Si no lo hago yo, lo hará otro en cualquier otro sitio”.
En la mayoría de estos trámites intervienen familias de escasos recursos, revela la investigación, cuyos padres ‘alquilan’ a sus hijos para trabajar en los países vecinos. Según la investigación de la Dinapen, “casi siempre, los padres no saben la identidad de las personas que se llevan a sus hijos. Estas ofrecen a cambio sufragar todos los gastos y gestionar los trámites de salida”.
Ese fue el caso de María B. Ella abandonó su comunidad en marzo del 2011. Vive en una casa baja con paredes cuarteadas de barro humedecido, a 30 minutos del centro urbano de Colta .
María viajó a Caracas, Venezuela, para ayudar económicamente a sus padres. Le ofrecieron trabajo en un almacén y luego como empleada doméstica. “El primer mes pasé bien, pero después empezaron los golpes”.
Luego de 10 meses de padecimientos fue deportada y ahora retornó a su comuna para dedicarse a lo de antes: cuidar borregos y vacas. No obstante, todavía se despierta asustada. A su padre, Segundo B., le ofrecieron USD 2 500 anuales por la mano de obra de María. Nunca recibió el pago.
Punto de vista Celina Moreno/ técnica Infa
‘Los papás son los culpables’
Desde el 2007 se puso en marcha la campaña contra la trata de menores de edad.
Por la falta de recursos no se ha logrado llegar a todas las comunidades para sensibilizar a los padres para que no envíen a sus hijos a otros países con personas desconocidas.
Se coordinó con los dirigentes de las comunidades de Colta, Guamote y Riobamba para que ellos impidan la emigración de los chicos. Además, hubo operativos de control para detener este delito que, a pesar de los esfuerzos, no se ha logrado erradicar completamente.
Por eso es necesario el trabajo de todas las instituciones. En todos los documentos consta que las chicas viajan con sus padrinos y les llevan a los ahijados para que paseen. Pero eso es falso.
Allá, en el exterior, son explotados laboralmente. Salen fácilmente con esos documentos pero luego no retornan.
Hay amenazas
Gino Erazo, jefe de la Dinapen en Chimborazo, explica que los familiares de los menores afectados no denuncian a las autoridades por temor a las amenazas de los tratantes. Eso impide dar con los responsables.
En Riobamba la fundación Manitas Trabajadoras ayuda a 90 niños que venden caramelos y limpian zapatos en las calles. El 60% de ellos proviene de hogares con padres violentos.
Rogelio G., habitante de Colta, cuenta que más chicas salieron de esta comunidad al extranjero, pero no saben en qué condiciones están. “Familiares y amigos que siempre llegan en Carnaval les llevan (al extranjero)”.