Sus covachas están a pocos metros de la quebrada del barrio San Carlos, en el occidente de Loja. Allí, desde hace 20 años, viven 15 familias lojanas que fueron afectadas por los inviernos registrados en el 2008, 2010 y el 2011.
Sus casas fueron construidas con madera, plástico, neumáticos y zinc. No tienen vías de acceso y están en ese sector porque estaba desocupado.
Antonio Maldonado no tiene dinero para alquilar un departamento en la ciudad y por eso vive con su familia en una vivienda elaborada con zinc, plástico y madera. Es la segunda que ha construido en este terreno, porque la primera se destruyó con la creciente del agua de una quebrada en el 2011.
En un cuarto, que tiene piso de tierra, ubicó cuatro camas y adecuó una cocina. Maldonado pernocta con su esposa y siete hijos menores de edad. Es obrero y hay semanas que no tiene trabajo.
Ayer, el gobernador de Loja Marcelo Torres y los representantes de los ministerios de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) e Inclusión Económica y Social y de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos llegaron hasta esa zona. Su objetivo fue verificar la situación de las familias.
Según Torres, nueve hogares serán traslados a albergues y luego se determinará qué tipo de ayuda se entregará a cada hogar.
Él aclaró que lo hacen pese a que no es su función, pues esta corresponde al Municipio de Loja, “que debe hacerse a cargo de estas situaciones”.
El resto de familias seguirá en el lugar porque está más lejos de la quebrada y “tiene menor riesgo”. Torres calificó a la zona como peligrosa debido a los informes emitidos por la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos.
“Las nueve familias están en situación de riesgo, por las condiciones en las que viven”, agregó Torres. No cuentan con energía eléctrica, agua potable o alcantarillado y las viviendas están en condiciones deplorables.
Mientras que las otras seis familias tienen mejores condiciones para vivir, aunque faltan los servicios básicos, dijo el Gobernador.
Entre los albergados está Mercedes Erreyes, de 18 años. Ella vive en una casa de 20 metros cuadrados donde improvisó un dormitorio para tres personas y una cocina. Ayer, estaba desconcertada porque no sabía cuánto tiempo permanecerá en los albergues y cuándo se concretará su reubicación. “Me preocupa porque no quiero salir y estar viviendo en varios sitios”.
Para Torres, el primer paso es albergar a las familias en espacios con condiciones aceptables y luego se entregará la ayuda como vituallas y alimentos.