El movimiento en el albergue San Vicente en Baños, en la vía al Puyo, fue intenso la noche del jueves.
Segundo Chiluisa y Carolina Guaranga fueron los primeros en llegar al albergue de forma voluntaria. Acudieron por segunda vez. Los esposos recibieron dos colchones y tres cobijas para pasar la noche en el lugar.
fakeFCKRemoveEsta familia acató la orden de evacuar obligatoriamente su casa, en el barrio Las Ilusiones, entre las 18:00 y 06:00, como medida preventiva ante una posible erupción del Tungurahua.
Las Ilusiones, Juive Grande, Juive Chico, La Pampa, Pondoa, Inés María, El Salado, San Antonio de Puntzán, Chamana, Ulba y Runtún son los sectores más vulnerables a la afectación del volcán.
Los esposos subieron a uno de los dos buses y tres camiones que recorren esos barrios para trasladar a la población.
30 militares y los miembros de la Policía, Bomberos, Cruz Roja y la Unidad de Gestión de Riesgos hacen esa tarea todas las noches, desde el martes último. Los militares partieron del patio de tierra del albergue construido por el Ministerio de Inclusión Económica y Social.
En Baños están habilitados los albergues Aguacatal, San Vicente, La Policía y el Instituto Pedagógico Misael Acosta Solís para recibir a los evacuados debido al incremento de la actividad del volcán. El coloso se reactivó el 28 de mayo último.
En el albergue hay capacidad para 200 personas. Un grupo de voluntarios de la Unidad de Gestión de Riesgo recibió a Chiluisa y a Guaranga. Anotó sus nombres y los llevó a uno de los galpones que tiene piso de cerámica, paredes blancas y techo metálico.
Después de ellos llegaron 18 personas más. Eran sus vecinos del barrio Las Ilusiones. Ellos, al contrario de los esposos Chiluisa, fueron llevados a la fuerza en los vehículos militares. Cargaban mochilas con agua, una linterna, una radio con pilas, mascarillas, galletas y ropa interior.
Graciela Chari fue una de las evacuadas. Llegó con sus dos hijos, sus hermanas, cuñados y cinco sobrinos. En total sumaron 15 miembros de su familia.
Viven en una casa de ladrillo al filo de las riberas del río Bascún. Cari recordó que en el 2006 fue evacuada hasta este mismo albergue. “Fue tenebroso mirar cómo bajaba el material, creí que era el final”, contó.
Piedad Jiménez, de 58 años, también durmió en el albergue. Sus vecinos Segundo y Carolina le saludaron. “Me alegra verles, pensé que no iban a venir”, dijo sonriendo el hombre.
En Juive Grande, una de las poblaciones más próximas al volcán Tungurahua, solo dos de las seis familias que viven en esta zona salieron hacia los albergues.
En el centro del pueblo, el concejal Patricio Paredes se reunió con los pobladores. A pesar de que les explicó que es una zona de alto peligro, se quedaron.
Las dos familias salieron en un patrullero de la Policía. Los vehículos de la Cruz Roja, Bomberos, Ejército y de la Defensa Civil permanecieron en Juive por si acaso cambiaran de opinión.
Miguel Paredes fue uno de los que dejó su casa. Su vivienda de una planta está cerca de la quebrada, por donde bajaron en el 2006 rocas incandescentes que mataron a decenas de animales.
Ahora no quiere correr el mismo riesgo. Fue al albergue El Aguacatal. Cogió de la mano a su madre Rosa Morales, de 87 años, y la llevó al patrullero. En ese momento se escuchó una fuerte explosión que sacudió los ventanales. La familia de Antonio Chávez, vigía de Juive, se negó a salir. “Saldremos cuando en verdad el volcán comience a botar lava y flujos piroclásticos”.