Fervor y emoción. Esos sentimientos se mezclaron en el tradicional pase del Niño Viajero, en la capital azuaya. Más de 50 000 fieles de Azuay, Cañar y otras ciudades se congregaron, anteayer, para rendir culto al nacimiento de Jesús.
Los destellos del sol de la mañana opacaban la visión pero refulgían en las coronas doradas que portaban los niños con ropajes de angelitos. El calor era sofocante. Ese panorama acompañó las más de seis horas del desarrollo de esta profusa expresión de fe.
El desfile se inició a las 10:00 en la avenida Unidad Nacional y Gran Colombia (Zona Rosa), al este de Cuenca. Tres horas antes empezaron a enfilarse los carros y caballos alegóricos de familias, barrios e instituciones; ricamente adornados con frutas, golosinas, alimentos, juguetes y artesanías.
Con 22 carros alegóricos del Monasterio del Carmen y de la Universidad Católica que escenificaron episodios del nacimiento de Jesús, partió la procesión. Las dos entidades organizan desde hace 49 años esta celebración.
Emily Beltrán, de 8 años, vestida de cholita, en cada cuadra bailaba los villancicos entonados por la banda de músicos de su familia. Los Beltrán Novillo participan 15 años en este desfile.
Los carros alegóricos traían los personajes bíblicos: el Ángel de la Estrella, Virgen María, San José, los pastores, y los reyes magos. Los caballos (con vistosas ofrendas) trasladaban a cholas, mayorales, gitanos, cañaris’ y un Papá Noel que regala caramelos.
Caminando más disfrazados de saraguros, otavaleños, shuar, españolas, danzantes’ 26 años participa el barrio Obrero. Anteayer lo hicieron con danzantes pendoneros (Imbabura). En cambio, Laura Crespo, de 62, perdió la cuenta de su participación. Hace años lo hizo con sus cinco hijos y ahora con sus nietos y bisnietos.
Los alimentos que llevan los carros alegóricos son las ofrendas simbólicas para el Niño Jesús. Al terminar el recorrido regalan las golosinas a los niños pobres.
El desfile de simbolismos sagrados y sociales se cierra con el paso del hermoso carro alegórico que lleva la imagen del Niño Viajero (esculpida en 1823), a las 15:00. En 1961, el sacerdote Miguel Cordero llevó la imagen a Roma, la acostó en Belén (sitio donde nació Jesús) y recibió la bendición del papa Juan Pablo XXIII, de allí el nombre de Niño Viajero. Con una impresionante carga de pirotecnia (cohetes), villancicos y vivos pétalos de rosas se recibió a la imagen religiosa en el templo del Carmen y se dio paso a la celebración eucarística.