Los mineros de San Luis, en Zamora Chinchipe, desafiaban la agreste geografía del Parque Nacional Podocarpus (PNP) para llegar a su cúspide en busca de oro. Esa odisea terminó el domingo pasado con el desalojo que hizo la Policía, luego de una semana de intentos.La historia de aquellos mineros empezó hace 36 años. Descubrieron que en el río San Luis existe ese metal preciado y abrieron el primer camino de cuatro días de viaje desde el sitio Valladolid (cantón Palanda). En los últimos 20 años encontraron un camino más corto, de 10 horas a pie.
Romerillo Alto es un caserío de cinco viviendas de madera y techos de zinc, a hora y media de Zamora. Hay potreros, bosque y un río correntoso que atraviesa por la parte posterior. Ahí empieza el camino hacia San Luis.
Carmelina Yánez acogió a los mineros en su vivienda de tablas y techo de zinc desde hace 20 años. Ahí armaban su equipaje antes de emprender la caminata y encargaban ropa seca. Salían con botas de caucho, gorra, mochila y plásticos para la lluvia y el frío.
Así los vio salir, por última vez, el miércoles pasado a 9 hombres con destino a San Luis, entre ellos Manuel Solórzano.
Tras una hora de caminata, el bosque es más denso, el frío más intenso y el canto de las aves desaparece. Los caminantes hablaban muy poco. Dos horas después descansaron cinco minutos.
Manuel Solórzano decía “por ser pobre vengo a sufrir de esta manera” y se sentaba sobre un tronco. Vive en la comunidad Namírez, a 15 minutos de Zamora. En la agricultura ganaba USD 10 al día y hace cuatro años fue a San Luis ganando USD 700 al mes.
Victoria Vélez, de 44 años, fue la primera mujer que llegó a San Luis. Tenía 24 años y fue llevada por su padre. Estaba separada de su esposo y con cuatro hijas que mantener. Antes, en Zamora se ganaba la vida lavando carros en una mecánica. En el primer mes en la mina ganó 500 000 sucres (USD 20) y así pagó el estudio y alimentación de sus hijas, el arriendo de un cuarto y el sueldo de una empleada. Eso era más rentable que ganar 110 000 sucres (USD 4,40) en la mecánica.
Recientemente ganaba entre USD 500 y 700 por mes. Pero ya no subía todos los meses, sino cada trimestre por su edad.
La minería le dio para vivir con sus ocho hijos. Pero no ha podido conseguir la dicha de recuperar a su quinto hijo (Daniel) que lo entregó a otra familia, hace 16 años. Por esa época el Gobierno los desalojó. “Me quedé sin ese trabajo. Me vi obligada a entregarle mi niño de un año y dos meses”.
Un año después del desalojo, los mineros, entre ellos Vélez, volvieron. Historias como las de ella son comunes entre las 200 familias que escalaban las montañas para llegar a San Luis. Vivían en 50 ranchos de madera y plástico. Ocupaban 100 hectáreas, de las cuales 20 eran explotadas. Para encontrar el oro excavaban túneles con pico, pala, cincel y combo.
Las familias trabajaban en sociedades, con cinco o seis integrantes. Por ejemplo, José Sucunuta tenía seis. En la jornada de 22 días producía 100 gramos de oro. Eso significaba USD 2 600 según el valor actual del oro en el mercado local. Con eso pagaba a los trabajadores, alimentación y transporte. Como utilidades le quedaban de USD 500 a 700”.
De esos ranchos y la maquinaria quedaron escombros. La Policía los desalojó por orden del Ministerio del Ambiente. Desde 1982, que se creó el PNP, el área minera de San Luis quedó dentro de la reserva. Según el director del Ambiente en Loja y Zamora Chinchipe, Carlos Espinosa, la minería amenazaba al parque.
Este último desalojo se hizo con 250 policías y el apoyo de las Fuerzas Armadas. Se utilizó un helicóptero y en varios vuelos se sacó a la gente. No hubo enfrentamientos, declararon los mineros y el comandante de Policía, Patricio Ramírez. Según el informe se encontraron 170 tacos de dinamita, 130 cápsulas detonantes, 200 metros de mecha lenta y 60 galones con gasolina. “Por mandato de Medioambiente se destruyó todo lo que hubo ahí”.
A Sucunuta le preocupa sus herramientas, que compró con un crédito de USD 5 000 en el Banco de Loja. He pagado tres de los 15 dividendos y no sé qué haré para pagar el resto. Por eso ayer fue a una marcha (ver nota adjunta).
En Romerillo Alto, Carmelina Yánez sollozó por los mineros. “De eso vivían mis tres hijos y 10 nietitos. No tengo cómo ayudarlos. Hasta la casita que me dio una empresa minera, hace 18 años, me quieren quitar”.