La mendicidad mutó en Esmeraldas

En el centro de Esmeraldas.  Las mujeres llevan a sus hijos para pedir limosna y ya no permanecen demasiado tiempo en un solo sitio. Bolívar Velasco para  EL COMERCIO

En el centro de Esmeraldas.  Las mujeres llevan a sus hijos para pedir limosna y ya no permanecen demasiado tiempo en un solo sitio. Bolívar Velasco para EL COMERCIO

El niño tiene en la mano un barco artesanal de juguete. Él deambula en las calles de Esmeraldas. Tiene apenas 10 años y dice que debe mendigar para obtener dinero.

No da mayores detalles. Ha aprendido que debe cuidarse de extraños. Para evadir los controles que se hacen contra la mendicidad en la ciudad, él usa ese barco de balsa. Le sirve para decir que está vendiendo artesanías, si llega a ser visto en una tienda o en una casa con monedas en la mano.

A paso lento y mirando de un lado a otro recorre el centro urbano. Se acerca con frecuencia a las parejas y también a quienes se encuentran en los bares que hay a lo largo de la avenida Colón.

Con tono de voz apacible interrumpe el diálogo de los extraños y les ofrece el pequeño buque artesanal. La respuesta es la esperada por el pequeño. "No gracias", le dice uno de ellos. Entonces el pequeño insiste: "regálame 0,25 centavos para comer".

La rutina se repite cada noche. Es el mismo niño, en diferentes bares y no es un caso aislado. Los dueños de los bares aseguran que hay adultos mayores y mujeres con niños pidiendo por ayuda, especialmente por la época navideña.

El presidente de la Asociación Provincial de Derechos Humanos, Demecio Molina, cree que debido a las campañas públicas para evitar la mendicidad, las personas involucradas han mutado su comportamiento. "Ya no están en grupos y espacios públicos, sino esparcidos de forma individual y en sitios privados como bares, discotecas u otros negocios".

Antes salían en el día y ahora lo hacen en la noche y madrugada, para evitar los controles que existen. Es el caso del niño con el barco en la mano. Desde las 20:00 camina por los bares, a veces jugando con el barco, que le recuerda a los reales que hay en el puerto de la ciudad. Viste una pantaloneta negra y una camiseta del mismo color. Los zapatos son de lona.

El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) tiene una visión propia sobre lo que ocurre en las calles. Para el organismo lo que se ve en las calles son "personas eventuales".

Datos de la entidad refieren que en Esmeraldas existen 430 familias en "peligro de mendicidad". Ellas han sido identificadas dentro de la campaña Da Dignidad que se ocupa de dar atención a estas personas. Por eso no se las considera mendigas. Además, ayuda a otros 20 individuos. Según Germán Flores, coordinador del MIES Zona 1 (Esmeraldas, Carchi, Sucumbíos e Imbabura), el trabajo consiste en diagnosticar el problema, abordarlos, restituir los derechos y sensibilizar para que no pidan dinero.

Pero eso no ha pasado con Orlinda A., de 45 años. Ella es de la nacionalidad Chachi y todos los días sale de su casa ubicada en la Isla Luis Vargas Torres a esperar que alguien le done dinero.

La mujer afirma que es madre de dos hijos menores de edad y al no saber tramitar el Bono de Desarrollo, ni tampoco poder trabajar por su avanzada edad, desde hace seis años sale a las calles.

"A mí nadie me obliga a pedir dinero. Lo hago para dar de comer a mis niños que no tienen padre", asegura la madre de familia, mientras sostiene un vaso plástico que contiene monedas.

Hay mucha discriminación en la ciudad con nosotros, agrega.

Carlota Preciado se molesta cuando ve llegar a Orlinda A. para solicitarle caridad en las afueras de la escuela 10 de Agosto. "Aquí viene a las 07:00 y aprovecha la presencia de los padres que llegan a dejar a sus hijos al plantel para solicitar dinero", cuenta Preciado, quien es maestra.

Flores insiste en que la gente no debe entregar dinero, dulces ni ningún tipo de ayuda a estas personas, porque en lugar de ayudar se fomenta la mendicidad.

Pero Maritza Cañizares no puede resistirlo. Cuando ve a niños como el del barco en la mano confiesa que se le 'parte al alma'. "En una ocasión llevé a comer y a jugar a tres niños que piden dinero en las calles. Me contaban que sus padres los obligan, porque son pobres y en vez de trabajar se dedican al consumo de alcohol".

Cañizares es presidenta del Patronato Municipal del cantón Esmeraldas, entidad que desde el 2000 realiza un día recreativo para indigentes. "Todos los años, en víspera de la Navidad, realizamos un desayuno, un almuerzo y un paseo con 300 personas".

Sin embargo, esta medida es un aliciente momentáneo, según el secretario del Consejo Cantonal de la Niñez y Adolescencia, Elías Márquez. Para él, la campaña del Gobierno debe ser un trabajo conjunto de instituciones públicas, privadas y sobre todo de la ciudadanía, si se quiere lograr efectos más efectivos.

Punto de Vista 

Luis Calahorrano. Psicólogo

La campaña debe ser constante

La decisión de eliminar la mendicidad es acertada. Detrás de la actividad hay mafias que se dedican a perjudicar a los más pobres. Pero es necesario que se trabaje sobre la base de un diagnóstico confiable. Urge un censo real y efectivo para saber cuántas personas y en qué condiciones están.

Así se podrá responder de forma diferenciada. Por ejemplo, hay gente que necesita de un centro de acogida, porque hay casos en los que los menores no tienen padres ni familiares cercanos.

Al concentrar a toda esta población en un solo lugar se haría más efectivo el nivel de atención. Pero como es obvio, eso demanda de recursos económicos y un compromiso fehaciente del Estado para acabar con esta dura realidad.

Las campañas no solo deben ser en las épocas fuertes cuando aumentan los casos de mendicidad Deben ser constantes porque este es un problema que se da todo el año. También es prudente investigar cómo operan las redes de explotación laboral para poder acabar con las cabezas y no solo con los que fungen de peones.

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