Durán busca resurgir junto al tren

En el Complejo Ferroviario de Durán. Édgar Garcés conducirá desde mañana la máquina nro. 11 cuando se inaugure el tramo a Yaguachi.

En el Complejo Ferroviario de Durán. Édgar Garcés conducirá desde mañana la máquina nro. 11 cuando se inaugure el tramo a Yaguachi.

Julio Camacho cuida que cada detalle esté en su lugar. Supervisa el orden de más de un centenar de sillas plásticas. Revisa que todas las luces estén funcionando.

Por un rato se detiene en una vieja réplica de madera del tren nro. 7. Es como si se transportara al pasado. Camacho es secretario de la Hermandad del Ferroviario Jubilado. Allí, el pasado viernes, se celebró el aniversario 102 del ferrocarril en el Ecuador.

Desde el segundo piso del viejo local, en la calle Quito (Durán), se entusiasma ante la rehabilitación del tramo de 20,4 km Durán-Yaguachi, cuya inauguración será mañana... Por ello colocó un letrero en el ingreso, convocando a los 1 000 afiliados al acto al que asistirá el Primer Mandatario.

“Esperemos recobrar nuestra identidad de ciudad ferroviaria. Ojalá que el Municipio acepte denominar a las calles de la ciudadela Ferroviaria con nombres de ilustres ferrocarrileros”, dice Camacho, quien heredó de Pedro, su padre, su amor por el tren.

Cerca de allí, junto al monumento al ferrocarrilero, Miguel Farías evoca pasajes inolvidables. Dice que cuando las lanchas, gabarras y el barco Galápagos que daban servicio entre Durán y Guayaquil dejaron de funcionar, también comenzó a agonizar el sentido ferroviario de la ciudad.

Farías, quien durante 25 años fue boletero en el muelle, dice que el desarrollo industrial de la urbe apagó el ‘boom’ ferroviario con el que creció desde 1908, cuando inició la ruta a Quito.

“Durán era pequeño. Más allá de la estación había el barrio El Recreo y a continuación la hacienda del mismo nombre, de propiedad del doctor Roberto Gilbert”, recuerda acompañado de su vecino Roberto Ortiz.

A un costado de la vieja estación, Janeth Checa está en su restaurante edificado sobre el sitio donde se daba mantenimiento a las máquinas. “De aquí sacaron los rieles y cortaron la estación trazando dos calles hace 11 años”.

Durán se hizo a partir de la migración de mucha gente, especialmente de la Sierra centro, que vino atraída por el ferrocarril. Carlos Pallo, por ejemplo, llegó en 1956 desde su natal Píllaro. Trabajó 25 años hasta que se jubiló siendo jefe de talleres.

Pallo vio llegar a muchas personas que luego se quedaron en Durán, como en su segunda tierra. “El ferrocarril fue la vida de la parroquia Durán. Desde que se hizo cantón (enero de 1986) ya no tenemos el tren. Perdimos el trabajo, el turismo, los negocios paralelos, el transporte fluvial”.

El poblado también se desarrolló por el impulso de extranjeros. La The Guayaquil and Quito Railway Company y la James P. McDonald, que construyeron el ferrocarril, trajeron trabajadores estadounidenses y jamaiquinos.

De allí que en Durán aún se pueden encontrar algunos descendientes de los Sandiford, Davis, Atkinson, Williams, Clark'

Carlos Davis es uno de ellos. Su abuelo William Davis, norteamericano, vino como maquinista durante cuatro años. Su padre, Guillermo, laboró 41 años como mecánico industrial en la reparación y construcción de piezas del tren.

En su taller, en la calle Eloy Alfaro, muestra una de las dos réplicas a escala de ferrocarril que su padre construyó hace 45 años. “En esa época Durán era un pueblo pequeño cuya vida era el tren. Lo importante ahora es que se logre recuperar ese encanto”.

Carlos cuenta, orgulloso, que el nombre de su padre está perennizado en una escuela y en una calle céntrica, junto al Seguro Social.

Pero son pocas las calles que resalten el nombre de ferrocarrileros. Hay vías como la Gonzalo Aparicio (jefe guarda almacén), Samuel Cisneros (quien trabajó en la sección Aire); Humberto Ayala (superintendente) y el estadio Pablo Sandiford (jefe de armadores hasta su jubilación) que fueron instituidas por sus logros en el basquetbol, defendiendo al histórico Club Ferroviarios. Otras vías relacionadas son la Eloy Alfaro, Sibambe; y la Cdla. Ferroviaria.

Luego de dejar listo el local, Julio Camacho toma un poco de aire. Camina tres cuadras hacia el malecón regenerado, donde estaba el viejo muelle ferroviario. En ese lugar se destacan los monumentos a Eloy Alfaro y García Moreno, propulsores del ferrocarril.

Allí todo es diferente aunque siguen los negocios de fritada, surgidos por la actividad del tren. “Ya no hay la masiva concurrencia de antes de que desaparezcan las lanchas”, dice Olga Bastidas en el negocio que su madre, Bertha Tapia inició hace 40 años. Allí, hasta la música de Julio Jaramillo fue desplazada por el reggaetón.

En tanto, a unos 500 metros, en la sede de los talleres, a gran ritmo se levanta la nueva estación, con el mismo modelo de la antigua, pero con servicios modernos.

Édgar Garcés: Durán perdió mucho con la agonía del ferrocarril

La primera vez que llegué en tren a Durán fue a finales de 1982. Era una ciudad netamente ferroviaria. Mucha gente vivía alrededor del ferrocarril.

Me inicié como fogonero en 1982 en la Empresa del Ferrocarril en Riobamba. Soy nacido en Guano hace 49 años.

Entonces, había mucha movilización de personas y productos en el tren; existían las lanchas y las gabarras para vagones que iban y venían desde Guayaquil.

Con el fenómeno El Niño de 1982, se suspendió la ruta Bucay-Riobamba y solo quedó la Bucay-Durán. Fue en 1996, y una vez recuperada la vía, cuando me tocó ser maquinista de Riobamba a Durán. Pero, en noviembre de 1997, el tren circuló por última vez a esta ciudad. Por descuido y falta de mantenimiento hubo muchos desperfectos en la vía.

Durán perdió muchísimo con la agonía del ferrocarril. Luego quedó el uso de una ruta turística para las fiestas de Yaguachi, especialmente para los extranjeros.

Después de 28 años de ferroviario, sin que nadie antes en mi familia lo haya sido, tengo el honor de ser el maquinista de la locomotora nro. 11 que va a servir la ruta turística Durán-Yaguachi.

En estos días de prueba de la máquina en la ruta, hemos palpado la emoción de la gente, sobre todo de los mayores que vivieron la época romántica del ferrocarril. Con el tren de turismo patrimonial muchas personas y pueblos volverán a vivir.

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