Una carpa azul está instalada en el patio de la escuela de la Unidad Educativa José Acosta Vallejo, del poblado de Cangahua (Cayambe).Ese es el laboratorio para formar a los guardianes del ambiente. Los 35 alumnos del sexto de básica ingresan a la carpa. En ella se proponen juegos y dinámicas de grupo. Marcela Armijos es una de las instructoras del Fondo para la Protección del Agua (Fonag). El equipo de capacitadores lo conforman tres promotores. Usando una máscara negra y adornos de colores, Marcela cambia la voz como si estuviera ronca, se abre paso entre los niños sentados en círculo y dice: “Buuuh. Voy a cortar el bosque, voy a quemar los árboles y me voy a llevar las nubes para que se queden sin nada, jo, jo”. Los pequeños abren los ojos y exclaman: “¡Noooooo!”, con expresiones de temor. “Váyase, señor leñador”, le dice Érika Farango, de 10 años. Para los niños, el bosque es muy importante. Les provee de leña, ahí trabajan sus padres y es su lugar para sus juegos favoritos. “Lo que hacemos es explicarles sobre la importancia del bosque. Que sepan que es ahí donde se forman las nubes y el entorno. Trabajamos con los niños porque es más fácil crear conciencia en ellos y, además, son quienes se encargan de replicar lo que aprenden en sus hogares”, explica Fernanda Olmos, instructora. El proyecto se desarrolla en 30 escuelas y se han capacitado a 25 000 niños. La reunión termina con una representación teatral de los niños. En ella, el bosque se rebela contra el leñador.