Han pasado seis meses y los 234 habitantes de la comunidad indígena Awá de El Baboso, en el suroeste del cantón Tulcán (Carchi), aún no han sido reubicados.
El traslado inmediato de este pueblo, cuya superficie sufre constantes deslizamientos y hundimientos, fue recomendado por la Secretaría Técnica de Gestión del Riesgos en abril pasado.“En esta zona hay una falla geológica, lo que provoca el fenómeno”, explica Marlon López, coordinador de la institución de socorro del Carchi. Sin embargo, a pesar de los riesgos, el Municipio de Tulcán, encargado de la tarea, aún no ha pedido adquirir las 10 hectáreas que se requieren para reubicar a la gente de El Baboso.
El alcalde de Tulcán, Julio Robles, se comprometió a expropiar el terreno. Pero, aún no hay resultados. La principal alternativa es comprar un lote de tierra en la hacienda La Alegría, vecina al centenario poblado.
Allí, precisamente, fue instalado, en abril, una albergue temporal. Se trata de cabañas que construyeron los damnificados, con la ayuda de la Secretaría de Riesgos, usando troncos del bosques y plásticos negros.
“Ahí pasamos tres meses. Como somos pobres no nos ayudan rápido. Es por eso que decidimos regresar al pueblo”. Así comenta Lidia Taicuz. La campesina, de 20 años, teme que le pueda pasar algo a sus tres pequeños hijos. Por ello en las noches, al igual que otros campesinos, baja desde la comunidad, en las faldas de una loma, hasta el albergue, al sur de El Baboso. El recorrido demanda una hora a pie.
Manuel Taicuz, docente de la comunidad, dice que el problema inició en el 2009. “Las intensas lluvias provocaron deslaves que afectaron varias viviendas. Además, en la cima de la montaña aparecieron grietas gigantes”. Según López, hay un movimiento de masa por lo que se están formando canales y grietas en la comunidad. La comuna está compuesta por pequeñas casas de paredes de madera y techos de hojas de metal. Solamente la Unidad Educativa tiene energía eléctrica, abastecida por paneles solares. No hay agua potable.
Los awá cultivan plátano, maíz, yuca y naranjilla. La cosecha les sirve para el consumo familiar. El poblado más cercano está situado a dos horas y media de camino a pie de la parroquia de Lita, en Imbabura. Por eso la comercialización de las cosechas es imposible, comenta Marcelino Taicuz.
Según el campesino de 62 años de edad, que produce panela para venderla en la comunidad, la mayoría de sus compañeros trabaja de jornaleros en las haciendas vecinas de colonos. “Pagan USD 6 por el día de trabajo”.
La reubicación de la comunidad se ha vuelto una prioridad de la Federación Awá del Ecuador, dijo Jairo Cantincuz, dirigente de tierra y territorio. Pero, el proceso está entrampado, porque Wilson Amador, propietario del terreno en donde se planea la reubicación no quiere ceder un espacio. En su lugar ha planteado la posibilidad de comprar un terreno, también de 10 hectáreas, pero en otro lugar.