Sobre el piso polvoriento, un grupo de niños juega a las escondidas en la comuna Tumba San Francisco al oriente de la parroquia Quimiag en Chimborazo.
Los chicos, de entre 8 y 10 años, dicen que a sus espaldas una mole de piedras y tierra se desliza silenciosamente hacia sus casas de ladrillo, bloque y techo de teja.
Las viviendas se levantan en las faldas del cerro Iguazo, que hace seis años comenzó a desmoronarse. 33 de las 50 casas del pueblo están en peligro. Además, corre el mismo riesgo la escuela Francisco de Orellana donde estudian 19 niños.
En el 2006, los geólogos del ex Ministerio de Minas y Petróleo advirtieron a las autoridades que la montaña podría arrasar con una parte de la comuna. El estudio determinó que un millón de metros cúbicos de materiales (tierra y piedras) podrían ocasionar problemas muy graves.
El documento técnico también reveló que la temporada invernal acelera el deslizamiento de tierra de 1 a 4 milímetros por día. Por eso, sugirieron el reasentamiento de los habitantes hacia un lugar seguro. Sin embargo, a cuatro años del pedido, la población aún permanece en esa zona de riesgo.
Ernesto Vallejo, presidente de la comunidad, cuenta que todos los habitantes se resistieron en un inicio a salir de sus tierras, pero ahora quieren marcharse. “Son herencias de nuestros padres y no podíamos abandonarlas sin tener otro lugar. Es que nos acostumbramos a vivir con el riesgo”, reseña Vallejo.
En el 2008, por los constantes deslaves de la montaña, decidieron comenzar las gestiones de ayuda en la Gobernación, en el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) y en el Municipio de Riobamba. Hace dos meses compraron dos hectáreas de terreno a 3 kilómetros de Tumba en una planicie.
Allí, esperan que los técnicos del Miduvi les construyan las nuevas viviendas. La obra, según los técnicos del Ministerio, se iniciará en enero próximo. La inversión será de USD 303 600.
Por el lote de terreno los comuneros pagaron USD 5 000. Cada familia aportó con USD 250. “Esperamos que hasta abril del 2011 nos mudemos a vivir en un sitio seguro. La gente ya no quiere estar aquí. Es peligroso”, señala Vallejo.
Y añade: “la pobreza impidió a los padres de familia arrendar un cuarto en Riobamba. El 25% de la población trabaja como jornaleros en la agricultura y en la construcción. Sus ingresos apenas superan los USD 140 mensuales”.
Nelson Salazar, vecino del sector, también quiere irse. A diario sube al cerro para conocer cómo avanza el cuarteamiento de la montaña. “La cima es similar a un queso. Está llena de huecos y zanjas profundas y grandes”, dice este hombre de 42 años.
Una espesa neblina esconde al cerro. Amenaza llover. Eso inquieta a los habitantes de Tumba. Temen otro deslave como el que ocurrió a las 22:00 del pasado 6 de noviembre.