‘Somos los guardianes de las fuentes de agua”, dice José María Cabascango, con la certeza de lo que cada palabra significa.
Él, al igual que las 28 familias que habitan en la comuna cayambeña de Chumillos (a 4 000 metros de altitud), ha aprendido que proteger y reforestar el páramo en donde vive es la única manera de conseguir agua.
fakeFCKRemoveCabascango, líder de la zona, entendió eso hace cuatro años, cuando tenía que madrugar o salir en la tarde, soportando vientos muy fuertes y temperaturas que en la zona descienden hasta 0 grados para conseguir agua. “El agua solo llegaba por horas”.
Hace cuatro años también llegó hasta esta comuna un grupo de técnicos del Fondo para la Protección del Agua (Fonag), un fidecoimiso formado por el Municipio de Quito y varias entidades públicas y privadas.
Ellos analizaron las condiciones en las que se encontraban los páramos como fuentes abastecedoras para la zona y para Quito.
“Cuando llegamos vimos que el pajonal estaba quemado, maltratado y comido por el ganado. Esa era la razón por la que el líquido había disminuido”, señala Alejandro Buitrón, de la Cooperación Alemana, entidad que colabora con el Fonag.
La falta de agua se notaba en la comuna Monteserrín Bajo, cerca de Chumillos. Los 180 habitantes tenían el suministro dos horas a la semana. “Los técnicos nos hicieron ver que el agua era lo único que teníamos y nos dieron una alternativa para subsistir. Decidimos bajar al ganado del páramo”, recuerda Cabascango.
Como la actividad ganadera generaba uno de los principales ingresos para la gente, el Fonag capacitó a 20 mujeres en la elaboración y bordado de trajes típicos. Además, equipó un centro de costura. “Por casi un año nos pusieron dos profesoras y aprendimos a coser. Con la venta de la ropa sacamos para la manutención”, cuenta Fabiola Pinango, presidenta de las artesanas.
Las blusas bordadas se venden a USD 45, el centro (falda) a USD 30 y los chales a USD 15.
Eso no fue lo único que hicieron los moradores. También trabajaron en un programa para reforestar el páramo.
Con mingas semanales lograron sembrar pajonal y polylepis, una especie de árbol típico de la zona andina. Se reforestaron 330 hectáreas. Ahora los árboles tienen entre un año y dos.
Como parte del plan de recuperación de la naturaleza, los vecinos emprendieron un proyecto agrícola. Tienen huertos familiares en sus parcelas y crían cuyes, que luego los venden en los mercados de Cayambe y Cangahua, a dos horas de Chumillos.
“Desde que trabajamos cuidando el páramo tenemos el agua todos los días”, explica Cabascango.
El líquido que sale de esta zona también abastece a las parroquias Quinche, Checa y Yaruquí, del cantón Quito.
La experiencia de Chumillos va extendiéndose. Los vecinos de El Tambo y Cuyuja, en la reserva Cayambe-Coca, también se sumaron a esta iniciativa.
Ricardo Urcuango, guardaparques y dirigente de la comuna, cuenta su experiencia. “Los técnicos del Fonag nos enseñaron a cuidar el agua. Es lo único que tenemos”.
Los miembros de las dos comunas también bajaron las reses del páramo. Ahora las tienen en parcelas, cerca a sus casas, donde han sembrado pasto mejorado.
“Antes teníamos más vacas, pero nos daban menos leche. Nos asesoraron para comprar vacas de mejor raza y con pasto de mejor calidad tenemos más leche”, comenta Urcuango.
Desde entonces, la producción lechera mejoró. Antes sacaban 4 litros diarios por vaca y ahora, 8 litros y hasta 10.
Tienen huertos orgánicos donde siembran coles, papas, ocas, mellocos, productos para su consumo diario y para la venta.
A tres horas de allí, en carro, está la comuna de Oyacachi. Sus 160 familias también se han transformado en guardianes del agua. Los habitantes cambiaron el pastoreo por el tallado de madera.
María Aigaje, del comité de artesanos, está orgullosa: “Protegemos el agua y queremos desarrollar un turismo sustentable que no afecte al entorno”.