Piedad Cornejo recoge la ropa que quedó tirada en el suelo, luego de que una pared y el techo de su vivienda se desplomaron. Ella vive en Tumbabiro, cantón Urcuquí. “Fue terrible. Mis hijos pudieron haber muerto”. Recuerda que la vieja pared de adobe y el deteriorado techo de teja cayeron sobre las camas donde dormían sus cinco hijos y su sobrina. Esa es una de las cuatro viviendas que se han destruido, en esta semana, a causa de las fuertes lluvias en Imbabura, según Guido Rivadeneira, director de la Secretaría de Gestión de Riesgos. Otras dos casas averiadas están en Pablo Arenas (Urcuquí) y otra en Apuela (Cotacachi). Además, hay 14 viviendas afectadas en la comunidad Cachiviro, en Otavalo. La escuela José María Velasco Ibarra de Pimán también está afectada por el temporal. En ese establecimiento, donde estudian 60 niños, se dañaron las computadoras y los pupitres, por la inundación. Un olor a tierra húmeda dominaba ayer el lugar donde estaba la casa que la familia de Cornejo arrendaba desde hace tres años. El jueves, la mujer, quien trabaja en un restaurante de Tumbabiro, acomodaba las camas de los chicos. Lo hacía en un cuarto de tierra de 20 m², que servía de bodega del dueño de casa. El sitio es peligroso. Desde adentro se puede ver cómo se filtran los rayos del sol por el tumbado, a través de una tela sucia y desgastada. “Si vuelve a llover, este cuarto se puede caer”, dice Cornejo. Es por ello que ayer salió en busca de otro cuarto. Encontró uno cerca, pero le piden USD 50 por el arriendo. Se lamenta porque no le alcanza. Ella gana USD 8 al mes. Al igual que la familia de Cornejo, los habitantes de las 14 casas de Cachiviro han buscado refugio en las viviendas de parientes y amigos. “Les entregamos cobijas, botas de caucho y plásticos a los damnificados de Otavalo”, asegura Rivadeneira.La Cruz Roja, en cambio, distribuyó alimentos entre los damnificados. Las raciones llegaron solo a la comuna Cachiviro.