El olor a comida que se percibía en el patio de la Escuela Teresa Flor evidenciaba que en pocos minutos sería la hora del recreo. Apenas sonó la campana, decenas de niños y niñas se amontonaron en el lugar desde donde provenía el aroma.
Aquí se vendía arroz con pollo, chochos con tostado, maduro con queso, canguil, hot dogs, jugos y frutas.
Estos son algunos de los alimentos que el Ministerio de Salud permite expender en los bares de las instituciones educativas de todo el país.
Así lo reitera Adriana Amán, administradora de este bar. “No nos permiten vender dulces, ni nada que esté frito o tenga colorantes”. Cuenta por ejemplo que en lugar de dulces se venden gelatinas pequeñas a 10 centavos.
Antes que los estudiantes salieran al patio, las trabajadoras de este bar se empeñaban en limpiar los mostradores y las mesas donde se colocaban los productos. Las cuatro lucían gorros y mandiles impecables.
En este bar escolar no se vende ningún tipo de ‘snack’, caramelos, gaseosas o comidas fritas. Las únicas bebidas embotelladas son refrescos malteados.
La inspección de bares empezó con el inicio del año lectivo. La comisión encargada de esta tarea está conformada por un representante de la Dirección Provincial de Salud de Tungurahua, de la Coordinación de Educación, de la Universidad Técnica de Ambato y del Municipio.
En Tungurahua existen 162 instituciones educativas con bares o comedores. Hasta el pasado viernes se inspeccionaron 101.
Adela Moscoso, coordinadora zonal de Salud, confirmó que la comisión encargada norma “el expendio de estos alimentos”.
En la Escuela Juan Benigno Vela –donde estudian 760 alumnos- aún no llega la inspección. La directora del plantel, Rosario Mera, lo confirma, pero asegura que vigila siempre lo que hay en el bar.
“Dejamos que solo un día se vendan papas fritas. Lo que más controlo es que no haya venta de comida que no sea saludable”.
En este bar, los vendedores -que portan guantes y gorras- ofrecen chochos y frutas, que se venden al igual que los helados y plátanos con chocolate.
Mera agrega que es difícil extender este control con los comerciantes que se instalan junto a las puertas de la escuela. “Siempre se ha peleado con la gente de afuera.
Ellos dicen que están amparados por la ley y que pueden vender”. A la hora de salida dos vendedores ofrecen cromos, dulces y refrescos congelados a los niños que salen del plantel.
La rectora de la Escuela Teresa Flor coincide en la existencia de vendedores informales en las afueras de la institución.
Sin embargo, comenta que se han reunido con ellos para tener una buena convivencia. “No se les puede privar el trabajo, pero hemos conseguido que vendan cosas que no hagan daño a la salud, como las grosellas con sal”.
La inspección ya pasó por la Escuela Luis A. Martínez. Su rector, César Ipiales, aseguró que no recibieron ningún llamado de atención sobre la comida que se vende en este bar.
“Nos hicieron recomendaciones sobre el aseo”. Por ejemplo, se pidió que la misma persona que recibe el dinero no manipule la comida.
Por ello, en un lado del bar de esta institución se entrega un tique de determinado valor y en otro, los alimentos. Allí, los niños se sientan en mesas que se limpian a cada momento. Lo que más piden son los tiques que se cambian por un seco de carne.
Lo que deben consumir los niños
Las autoridades de Salud permitieron la venta de secos, jugos, frutas (solas o en batido), chochos y mote.
La lonchera escolar debe contener alimentos que den energía a los niños, como cereales, pan o galletas integrales o pasas.
También debe contener alimentos de origen animal, bajos en grasa como huevos cocinados, jamón o salchichas de pollo o pavo.
Las frutas como manzanas, duraznos, uvas, sandía, piña o melón son básicas en la lonchera escolar.