La capital azuaya se mantiene como una ciudad católica. Eso dicen las autoridades religiosas y lo confirma un estudio sobre filiación religiosa del Instituto Nacional de Estadística y Censos. El 80,44% de la población se considera católica.
Cuenca siempre ha sido reconocida por su fe y arquitectura religiosa. Los domingos, principalmente, las iglesias se llenan de fieles para asistir a misa. Y lo hacen en familia.
El arzobispo de Cuenca, Luis Cabrera, hace una lectura del catolicismo desde los devotos y desde la iglesia. “En el primer caso, dice que la migración interna y externa cambió la forma cómo la gente de la zona urbana y de la rural va al encuentro de Jesús”.
A las iglesias del área urbana llegan personas de distintos barrios y casi ni se conocen. En cambio, en la zona rural es el espacio de encuentro familiar, para cantar y hasta compartir una comida.
Cabrera admite que desde la Iglesia hay una crisis por falta de vocaciones para el sacerdocio. Azuay cuenta con 84 religiosos, 82 parroquias eclesiásticas y más de 600 iglesias.
Seis clérigos se jubilaron, pero siguen cumpliendo su labor pastoral por falta de sacerdotes. Es decir, un clérigo está a cargo de más de siete iglesias y de poblaciones numerosas.
Por ejemplo, el párroco de Nabón también está a cargo de las parroquias Cochapata y Las Nieves. A las últimas solo llega a celebrar la eucaristía. “Por falta de sacerdotes en las comunidades no hay un verdadero acompañamiento espiritual a la gente que necesita”, señala la cuencana Rosa López.
Ahora, la Curia efectúa una reestructuración de los servicios pastorales en la provincia para distribuir a los sacerdotes de acuerdo con la población, distancia geográfica y servicios pastorales. Este documento estará listo en seis meses.
Lo que ocurre en el Seminario Mayor de Monay confirma esa problemática. La amplia infraestructura con capacidad para 60 seminaristas, solo acoge a 14 jóvenes de Azuay, El Oro y Zamora Chinchipe. El padre rector, Gerardo Amado, señala que Ecuador es un país católico, pero los que optan por la vida ministerial son pocos.
Según Amador, “una de las razones es que vivimos en una cultura donde el compromiso para toda la vida no atrae. A eso se suma la migración que ocasiona la desintegración familiar.”
Para Cabrera, las vocaciones surgen de las familias y si uno de los padres emigró, no hay espacio para que el niño aprenda los valores espirituales y a descubrir que hay otra manera de ser cristiano.
Byron Vanegas tiene 28 años y está en segundo año de teología en el Seminario Mayor. Es lojano, pero se formó en la pastoral de Zamora. Desde el colegio le gustó la vida en oración, en comunidad y de entrega a Dios.
Sus dos hermanos y sus padres le apoyaron en la decisión. “Ser sacerdote es un instrumento para contribuir a la felicidad de cada persona”, señala Vanegas, mientras se pasea por el patio del Seminario con su libro Liturgia de las horas. A él les gusta ir los fines de semana a las comunidades a evangelizar.
Amado asegura que cada año ingresa un promedio de cinco jóvenes, pero también hay desertores. Por ejemplo, el año anterior había 23 seminaristas y solo quedaron 14. En el 2012 se ordenaron dos cuencanos y un zamorano y este año serán cuatro aspirantes.
Un estudio
En Cuenca, la encuesta del INEC llegó a 13 211 personas de la urbe. Para el 56, 61% de la población es más importante la familia y para 16,8%, el trabajo.
Después de la religión católica, el segundo movimiento de adhesión es la cristiana evangélica con el 11,3%. Luego testigos de Jehová con el 1,29% y mormones con 0,37%.
El 31,3% de la población asegura que va a misa o reuniones de la iglesia una vez por semana, el 21,6% una vez al mes, el 15,9% solo en ocasiones especiales.
Para ser sacerdote tras finalizar el bachillerato, los jóvenes deben estudiar filosofía y teología. Si aprueban, salen como presbíteros.