Las risas y exclamaciones de asombro de los espectadores se mezclaron con el sonido explosivo de los juegos pirotécnicos, producto de la quema de castillos en el Parque Calderón, en el Centro Histórico de Cuenca.
El motivo fue la celebración del Corpus Christi, una manifestación religiosa y celebración popular, que es parte del patrimonio intangible de la capital azuaya.
Este año, la fiesta tiene como ingrediente adicional la supervisión de militares, bomberos y policías. La noche del viernes, estos uniformados no dejaron al azar ningún detalle durante la edificación y quema de los tres castillos de cinco metros de altura.
Meticulosamente revisaron la cantidad de pólvora de cada estructura. También que los espectadores estuvieran a seis metros para evitar accidentes y que las chispas no afectaran los bienes inmuebles ubicados en la zona.
Esta medida se adoptó luego de que en agosto pasado se produjera un incendio que destruyó una parte del Seminario San Luis. Este inmueble está ubicado junto a la Catedral de la Inmaculada, presuntamente por un globo que cayó sobre el techo de la edificación.
La Unidad de Control de Armas estuvo presente con 15 hombres, quienes revisaron que cada castillo no llevara más de 10 kilogramos (kg) de pólvora. Además estuvieron 15 bomberos, quienes estaban atentos a cualquier eventualidad.
“Esta acción conjunta de las autoridades no es novedad”, explicó el primer Jefe del Cuerpo de Bomberos de Cuenca, Oswaldo Ramírez. Lo nuevo es que este año sí se está cumpliendo el artículo 315 del Reglamento de Prevención, Mitigación y Protección contra incendios, en el que se debe tramitar un permiso, especificando la cantidad de pólvora, para quemar un castillo. Esto se hace a través de un oficio que debe especificar de forma técnica la carga explosiva en kg. Si esta supera los 10 kg, el organizador debe adjuntar un documento firmado por la persona natural o jurídica de responsabilidad en caso de daños a terceros.
Una cuencana, quien hace 30 años no se pierde esta festividad, es Martha Castillo. Ella está de acuerdo con los operativos por parte de las autoridades para que la celebración con juegos pirotécnicos no afecte la arquitectura del Centro Histórico de la urbe.
Jorge Baculima y sus siete hermanos se encargaron de armar el castillo y, según su experiencia, obtener el permiso fue sencillo. “Se debe pesar la cantidad de pólvora, para que coincida con lo establecido por la Ley. Se trata de tener más cuidado en nuestra labor”.
El Parque Calderón estaba iluminado y su ambiente olía a azúcar por los 95 puestos que ofertan los dulces de Corpus Christi, asentados alrededor del parque.
Los visitantes observaron la quema de castillos, que es una tradición centenaria y una de las festividades más hermosas de Cuenca, según Patricia Romero, una azuaya de 45 años.