Eduardo Echeverría, ex profesor de Filosofía, siente que su lucha por conseguir que los ambateños suban en orden a los buses urbanos es una batalla perdida.
Él es usuario frecuente de este sistema de transporte en las paradas del parque 12 de Noviembre, Mercado Modelo y en el Centro Comercial Artesanal, en la zona central.Hasta hace 17 años -dice- Ambato marcó la diferencia en todo el Ecuador. Sus habitantes hacían fila en las paradas y subían en orden: primero las mujeres, los niños y los adultos mayores.
“Todo eso se perdió. Hoy predominan el caos y la ley del más fuerte”, sostiene enojado, mientras hace fila con cuatro personas más.
Es el mediodía del martes. Decenas de personas cruzan aprisa por el parque 12 de Noviembre. Un bus de la Cooperativa Tungurahua, disco 64, llega a la parada. La gente se agolpa en los ingresos sin importarle que el transporte siga en movimiento. Los más veloces trepan a empujones.
El conductor, Nelson Salazar, pide orden. “Por favor señores, esperen que se baje la gente. El bus está vacío”. La recomendación no consigue nada. Cada quien busca un asiento.
“¡Por lo menos respeten a las embarazadas!”, grita Eduardo, de 65 años, mientras se tambalea en la puerta. Viste pantalón azul, camiseta blanca con rayas azules y una chompa gruesa.
Su voz se pierde entre los gritos de los comerciantes informales que van de un lado a otro ofertando bolos, caramelos, helados y frutas. Es entonces cuando Echeverría interviene y trata que los usuarios se organicen.
Habla sobre los beneficios del orden y el respeto. Pero casi nadie lo escucha. Un apresurado pasajero le reclama, pero Echeverría, un hombre pequeño y delgado, sigue fiel a su idea.
Minutos después, el bus está lleno. Pero todavía hay personas que aguardan impacientes en la 12 de Noviembre. En ese sitio tradicional circulan diariamente 437 buses de cinco cooperativas. Más de 172 000 ambateños se movilizan de ese modo hacia los Huachis, El Seminario, Izamba, La Victoria y más.
Según la Jefatura de Tránsito, en Tungurahua hay más de 61000 carros. Desde hace un lustro se registra un promedio de 4 000 automotores nuevos por año. Cada día, por el centro urbano circulan 8 363 carros.
Los informales complican el tráfico. Se calcula que hay 500 de ellos deambulando por la zona céntrica. Venden baratijas.
En la esquina de la avenida 12 de Noviembre y Mera, cinco policías conversan. El desorden que los rodea no los altera. En la calzada, cinco buses de las cooperativas Los Libertadores, Tungurahua y Unión están estacionados y recogen pasajeros.
Muchos no toleran el caos. Segundo Guano, de 78 años, lustra zapatos. Desde 1953 labora allí, a un costado del parque 12 de Noviembre. Dice que hace una década se sentía orgulloso de ver a los ambateños haciendo fila antes de subir a los buses.
“Había respeto, dignidad y solidaridad. Las mujeres y los niños eran primero. Ahora todos tratan de subir a empujones. Nadie cede el asiento a las damas”.
A cuatro calles de allí, en el Mercado Modelo, buses de las líneas Atocha, Ficoa y Pinllo se mantienen estacionados.
María Ortega, vecina de la ciudadela Ficoa, espera un bus.
Apenas llega a la explanada, una docena de personas corre hacia la puerta cerrada. Entonces, esta mujer, de 60 años, pide la intervención de un policía.
“Haga algo señor. Póngalos en una sola fila”, se queja. El uniformado la mira y luego se aleja sin decir palabra. Nada le inmuta.
En el 2002, el Municipio trató de recuperar esta disciplina mediante un ‘Manual de las buenas costumbres’. Se publicaron 40 000 folletos y se distribuyeron en 15 escuelas de la ciudad.
Hoy, el alcalde Fernando Callejas impulsa la campaña Ambato depende de ti para lograr una concienciación individual.
A las 13:00, Eduardo Echeverría sigue en la parada del parque 12 de Noviembre. El maestro vuelve a lamentarse. Molesto, dice que los ciudadanos perdieron el sentido del civismo.